El señor Espina y la depuradora
Me llaman la atención las palabras del exconcejal gijonés de IU Jorge Espina acerca de la reciente sentencia sobre la depuradora de El Pisón. Repasemos un poco el asunto. Nadie discute que la construcción de esas instalaciones fuera algo necesario y conveniente para la ciudad. La cuestión no es qué se quiere hacer, sino la forma en que se hace: mediante el abuso, el atropello, sorteando la legalidad y aplicando una política de hechos consumados. Algunos pensarían que las administraciones implicadas obraban así por descuido, otros por ignorancia y otros más quizá por prevaricación. El actor principal de estos hechos fue el PSOE, pero IU fue la cómplice, en la etapa de mayor subordinación al primero.
Cuando aparece la noticia en los medios, un representante de los vecinos, aunque satisfecho por la sentencia, desea que ambos partidos pidan disculpas, tras quedar judicialmente resuelta la cuestión dando y quitando razones. Pues bien, la respuesta del señor Espina es sacar pecho. Es curioso que él fuera protagonista de alguno de los enfrentamientos internos de IU, concretamente con Churruca, personaje con el que, sin embargo, parece compartir el mismo tipo de actitud prepotente, como cuando éste arremetía contra las marchas verdes del PGOU, convirtiendo la legítima defensa ante atropellos en especulación y egoísmo mediante la descalificación de las víctimas y siempre apelando al bien común. Y luego les extrañará que otras fuerzas políticas los desplacen.
Podían ustedes haber intentado una compra, una expropiación justa, la negociación en suma, eso suponiendo que no hubiera otro remedio que escoger este emplazamiento, pero prefirieron el "tira que libras". Ustedes no lo entienden, señor Espina. No importa si las víctimas son aldeanos, trabajadores de Monroe o profesionales liberales. Lo que de verdad importa es evitar considerar normales esas vías paralegales, esas irregularidades, esos hechos consumados, porque cuando eso se generaliza los afectados podemos ser todos, aparece la corrupción y la democracia se resiente.
A modo de epílogo, déjeme que le cuente una anécdota. Era un atracador que se ponía en una esquina oscura y a punta de navaja asaltaba a los viandantes. Acabó en la cárcel y decía que la Policía le había puesto una zancadilla y el juez, otra.
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