Enaltecer a los títeres
Anda la sociedad a vueltas con el daño moral que una pancarta de una obra de títeres puede causar a la sociedad y, en particular, a los niños por inadecuada. Se les encarcela por enaltecimiento del terrorismo y entonces uno, que trata de explicarse los hechos más terribles que pasan por delante de nuestros ojos todos los días, no acierta a comprender que un trapo rotulado pueda causar tal daño.
No resulta comprensible cuando ante la corrupción generalizada con la que todos convivimos y rebosa por las cloacas del poder se ponga el foco sobre una pancarta, nosotros, que hemos convivido tantos años bajo el mandato de un terrorista.
Si una pancarta colgada de un escenario enaltece el terrorismo, ¿qué enaltece la foto del niño sirio muerto en la playa dando la vuelta al mundo en la prensa y los telediarios sin ningún tipo de consideración de los daños que pudieran causar al verlo mayores y niños?
Sus padres no tuvieron tiempo a explicarle que cuando nació estaba sobre un tiovivo que gira a una velocidad endiablada alrededor del Sol con tal equilibrio y suavidad que no nos damos cuenta de que está en movimiento. Axioma que a Galileo le costó un buen disgusto.
No pudieron explicarle que el tiovivo lo controlaba una superestructura y que se viajaba según las clases sociales establecidas; miles de millones de seres humanos sólo tienen la alternativa de viajar como polizones, huyendo de las guerras y el hambre, en busca de mejor acomodo para el viaje, que dura lo que dura la vida.
Los poderes de la superestructura, financieros, religiosos y militares, son los que distribuyen los mejores asientos, también para las mercancías, que viajan de punta a punta de la Tierra sin llegar nunca a quien las necesita.
Por esa razón se subieron a una precaria embarcación no con el sueño de que su hijo fuera un terrorista, sino que tuviera comida, escuela y cobijo. Intentaban ocupar mejor plaza en este tiovivo, sobre todo para su hijo de 3 años, pero la aventura salió rematadamente mal.
El mar, que lo devuelve todo, ha depositado suavemente su cuerpo en la orilla de nuestras conciencias como exponente de millones de niños y mayores que todos los días inician viajes a ninguna parte, donde nadie les espera.
Pero el niño sirio, los niños y niñas huyendo, quemados por el napalm en Vietnam, refugiados, pobres, son las marcas de agua del sistema y han venido para quedarse en nuestras conciencias. Y uno se pregunta: ¿quiénes son los terroristas?, ¿quién enaltece el terrorismo? Yo prefiero enaltecer a los títeres.
Como diría Dylan, la respuesta, "Blowing in the wind", soplando al viento.
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