La PAU es un auténtico desastre
La coordinación entre los profesores de Secundaria que impartimos 2.º de Bachillerato y la Universidad es calamitosa. Lo que era muy malo es hoy aún peor.
Era ya de por sí un estrepitoso caos que a los profesores se los reuniera a mediados de octubre para darles las directrices a seguir en el curso. ¿No se han enterado de que éste comienza efectivamente a mediados de septiembre? La reunión debía ser, a todas luces, antes del verano, para así tener tiempo para preparar con materiales adecuados las clases a impartir. La situación era tan ridícula (digo era, porque hoy en día ya no es ridícula, más bien roza el delito) que en multitud de ocasiones copiabas en la pizarra las lecturas obligatorias de Lengua Castellana y Literatura, los alumnos compraban religiosamente «Don Álvaro o la fuerza del sino» y empezaban a leérselo para, un mes después, decirles que la Universidad lo había cambiado y que su lectura y sus euros gastados no servían más que para engrandecer su bagaje cultural y su grandeza moral, y bla-bla-bla, que, claro, como teoría moral es muy buena, pero a unos alumnos cargados de asignaturas y con el nerviosismo propio de jugarse su futuro les suena, como mínimo, a cachondeo, y, una vez reflexionado con calma, a que alguien no hace su trabajo.
Hoy en día no sabemos a qué mástil agarrarnos, a qué vela ofrecernos, con qué cara aparecer delante de los alumnos. Hace apenas dos días nos han reunido y nos han enseñado los futuros exámenes para este curso y el siguiente, y, ¡oiga!, no se parecen en nada pero en nada a lo que llevamos un mes explicando. ¿Se acuerdan ustedes de las cuatro lecturas obligatorias del año pasado? Pues no ha quedado ni una viva. ¿Se acuerdan ustedes del comentario de texto? Pues ha sido sustituido por un resumen de cinco líneas. No, pero, espérense, que no han leído todavía nada: el tema de teoría ya no se redacta, ahora se lanza sobre el papel en forma de esquema, así, mondo y lirondo. Perdónenme, pero, ¡de traca! ¡O de atraco, como gusten! Y por no hablar de que, al parecer, VicenteVerdú es uno de los escritores más influyentes del siglo XX (vayan ustedes a buscarlo a Google con presteza). Si continúan así, no sólo habrá profesor con síndrome de quemado, antes bien, alumno quemado, universitario ardiendo y sociedad aniquilada tras los rescoldos.
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