Don Tomás y su "me meto en todo"
El método es a la filosofía lo que el agua a la naturaleza. Sin método la filosofía no es tal; imposible darle al discurso una estructura susceptible de discusión. Podremos atribuirle el término pensamiento, siempre unido al adjetivo pretencioso, pero nunca filosófico.
En el caso de Tomás García López, durante su elocuente exposición en la Escuela de Filosofía de la Fundación Gustavo Bueno, glosada en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA, intenta conmovernos o persuadirnos y convencernos acerca del pecado o culpa efebocrática. Algo así como el pecado original que hunde sus raíces en la filosofía presocrática y llega hasta nuestros días prendido a la psique de los líderes políticos emergentes.
Sin método la filosofía no fluye, permanece anclada y secuestrada por la emeritocracia. Basta con soltar cuatro frivolidades revestidas de cierto pensamiento ocurrente, raído por la nostalgia, para convertir una charla de bar en pretendida lección de filosofía.
Al bueno de don Tomás no le hacen falta otros atributos para descalificar la actitud y aptitud políticas de la juventud. No sabe nada acerca de la preparación intelectual de los ensartados por su voracidad dialéctica; sólo que son jóvenes. Ya quisiera él.
Pero el señor García López, no contento con su canto a la ancianidad del diablo, presta una atención inusitada al pelo del señor Iglesias, líder de esa formación terrible. Tal vez el filósofo quiera elaborar el "Elogio del pelo". Para el "Elogio del vino" llega tarde. No creo que don Tomás supere a Miguel Pselo.
Sólo me cabe una duda: ¿de verdad, don Tomás, se fumó entero el mamotreto de la tesis doctoral de Pablo Iglesias? De ser así, he de decirle, señor García López, que está usted excesivamente ocioso. Pero, hombre de Dios, dirija usted su labor hacia horizontes más sublimes. Por ejemplo, a reclamar el segundo advenimiento de Felipe González, que éste sí que tiene más de 50 años. Pero, por favor, no vaya más lejos del carácter platónico de la invitación, no sea que Felipe González le tome en serio y no salgamos del bucle. Ya sabe usted que las palabras las carga el diablo.
Quiero dejar constancia, don Tomás, de que de usted sólo sé que existe a través de la información redactada por Elena Fernández-Pello. Poca cosa para tanta crítica; pero es que su sesuda lección, aunque ausente, erizó mi pasión. Parecida motivación a la que Pablo Iglesias y el resto de jóvenes líderes políticos han causado en usted. Malos tiempos corren para la filosofía cuando los juicios de valor o hipótesis ad hoc pretenden adquirir preponderancia intelectual sobre la todavía inexistente praxis política.
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