Goya frunce el ceño
No es la primera vez que el nombre de un artista (Mozart), o el de un santo (Santa Teresa), y otros, haya servido para la promoción de un licor, de unos dulces, de una cervecería o, como ahora, de los premios de una academia de cine, los “Premios Goya”, con un fastuoso espectáculo que ni en los “Oscar”.
Este año el “show” ha contado con la presencia de un Nobel, de su mediática pareja, y de políticos con esmoquin y pajarita. La presentación del acto por Dani Rovira no ha sido bien acogida en la red y, en general, el acto ha resultado premioso y no muy divertido. Tampoco han brillado muchos de los recipiendarios de los premios al ir a recogerlos; en especial el premiado como mejor actor de reparto. Cerró el apoteósico acto la irrupción en la sala y en la escena de los ruidosos tamborreros de Calanda, tratando de asociar con ello la mediocridad de los films premiados con la obra del genial cineasta de Calanda, Luis Buñuel que, al igual que su paisano Francisco Goya y Lucientes, habrá fruncido el ceño por la utilización de su nombre y de su arte para promocionar y lucir el pobre y subvencionado cine español de hoy.
Queda el consuelo de saber que, a partir de los últimos años 70, el cine foráneo también está en franca decadencia, con muy pocas películas decentes por año.
Los premios a la mejor película, director y actor recayeron en la llamada “Truman”, el nombre de un perro al que se le está buscando un hogar de acogida porque su dueño –Ricardo Darín– se prepara para “el largo viaje”. Darín no estuvo a la altura de su nombre, con una sonrisa estereotipada, y un rostro sin la expresividad que pide la circunstancia vital del personaje; la actuación del actor secundario y el trabajo del director también estuvieron lejos de la excelencia. Sin embargo, teniendo en cuenta la teoría de la relatividad general no puede asegurarse que estos premios por “Truman” no fueran merecidos.
Es significativo que el buen director de cine español, Mario Camús (“Los santos inocentes”, “La colmena”...) dijera en Cangas de Onís (LA NUEVA ESPAÑA de 14-2-2016) que –por TV– “vio la gala un poco el otro día”, y “que este tipo de eventos no le interesan para nada porque son labores de promoción”. Es decir que se aburrió y “se salió”.
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