Desconcierto de los españoles
Con la que está cayendo actualmente, si alguien piensa que exageran quienes escriben en prensa o hablan por radio sobre los peligros de la inestabilidad política, con un Gobierno en funciones y sin una alternativa coherente en el horizonte, no tiene más que echar un vistazo a los vaivenes del Ibex 35 -instalado en una volatilidad, caída tras caída, que en los últimos días lo arrastró a su mayor batacazo desde el pasado mes de agosto- y otro a la prima de riesgo, que está recuperando el protagonismo de los peores días de la gran recesión, rozando la barrera psicológica de los 150 puntos, por vez primera en casi medio año.
Eso, por no hablar de los deberes que ya le ha puesto Bruselas al futuro Ejecutivo, concretados en otro recorte por encima de los ocho mil millones de euros; o de los pasos que dan la Generalitat y el Parlament catalán para blindar la cobertura legal del proceso de desconexión, aprovechando un vacío de poder más evidente y clamoroso cada día que pasa.
En este laberinto español de salida incierta, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez juegan al gato y el ratón, ante una ciudadanía desconcertada, más preocupados por torpedearse mutuamente que por proteger el interés general de los españoles.
Ambos se han visto las caras -el actual inquilino de la Moncloa se resistió a concretar fecha y lugar hasta última hora-, simplemente para constatar que no es no y que lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible.
Indiferentes a los indicios de alarma que se encienden a su alrededor, los líderes de los dos grandes partidos están a un paso de conducir a España a la repetición de elecciones, el peor escenario para la recuperación de la economía y un gesto inútil, si las encuestas no se engañan, para variar la correlación de fuerzas en el Congreso de los Diputados.
El inmovilismo de Mariano Rajoy, atrincherado en la política del perro del hortelano, y las líneas rojas marcadas por los barones socialistas a Pedro Sánchez complican una solución que, a pesar de todo, creemos que aún es posible.
Sólo se necesita que la responsabilidad y la altura de miras vuelvan a la política española. Tan fácil como eso.
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