¿Otra vez toca la lotería en Tapia de Casariego?
Hace pocos días, el alcalde tapiego, Enrique Fernández, anunció la inminente construcción de tropecientas viviendas y un hotel, en el barrio del Cascayal, en el centro de la villa de Tapia. Es decir, el mismo anuncio de hace unos seis años cuando era concejal de obras y lanzó al alto la lleva que en Serantes, la parroquia tapiega en la que él vive, se construirían varios miles de viviendas. Todo hizo sospechar que se trataría de alguno de sus cambalaches, a los que ya nos tiene acostumbrados hace tantos años, y a favor de alguna de sus fincas reurbanizables, con las que ha trapicheado, siempre a su favor, claro. Según el ahora alcalde, a Serantes le había tocado la lotería, pero, finalmente, ni la pedrea. Es decir, no se construyó una sola vivienda.
En realidad, al actual alcalde tapiego, Enrique Fernández (bachiller a trancas y barrancas), no se le conoce mejor gestión que la que llevó a cabo a favor de la empresa Aquagest, es decir, la que nos vende el agua a los tapiegos más cara que si la importara del Polo Norte. O lo que es lo mismo, a favor de su señora esposa (estudios primarios), a la que dicha empresa Aquagest nombró directora general en Tapia de Casariego, cargo que ostenta desde hace más de veinte años.
No estaría mal que la juez doña Pilar de Lara, que investiga la trama de corrupción "Pokémon", encabezada por el exalcalde popular ovetense Agustín Iglesias Caunedo (igualmente, bachiller a trancas y barrancas), y a toda su pandilla de viajeros a putiferios, pusiese la lupa en Tapia de Casariego. A lo mejor, casi todos los tapiegos saldríamos ganando.
Pues nada, que nos alegramos, vive Dios, que de nuevo las grúas y los ladrillos vuelvan a levantarse en nuestro pueblo (ordenadamente, claro). También nos alegra la construcción de un nuevo hotel, sobre todo teniendo en cuenta la impresentable arbitrariedad con la que en enero de 2004 (en plenas vacaciones navideñas y lleno de clientes), el Ayuntamiento de Tapia, entonces desgobernado por Gervasio Acevedo, ordenó el cierre y clausura del hotel La Cuesta (en el puerto tapiego), por un quítame allá unos centímetros. Ello supuso, igualmente, además de la pérdida de varios puestos de trabajo en Tapia, la deslocalización empresarial correspondiente. Pues eso, que a Tapia otra vez le ha tocado la lotería. ¡Que corra la sidra!
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