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Días de vino y rosas

24 de Febrero del 2016 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

El genial Blake Edwards nos deleitó a los amantes del cine con esta magnífica película, considerada como una de las diez mejores de la historia del cine. Estrenada en 1962, no ha envejecido y mantiene el vigor de las obras maestras.

Recordaba estos días esta maravillosa película que narra el declive y la autodestrucción de una pareja por el alcohol, al contemplar en los telediarios las imágenes del despilfarro, de la orgía del poder, de la borrachera perpetua con dinero público, con el dinero de usted y mío, y, ésa es la gran diferencia con la pareja autodestructiva de la película de Edwards, que lo hacían con el suyo, mientras los Fabra, las Rita Barberá, los Rus, los Jaume Matas, las Sonia Castedo y un interminable etcétera lo hacían con el dinero de los que pagamos religiosamente nuestros impuestos.

Los dueños de la finca, poniendo en valor el atado y bien atado de su mentor, el dictador Francisco Franco, decidieron que la mejor manera de tener anestesiados a sus ciudadanos era deslumbrarlos (fieles a su tradición fallera) con las construcciones megalómanas: la Ciudad de las Artes y de las Ciencias (el Hemisféric, el Ágora, el Ocenográfic, la Ópera, el Palau Reina Sofía), la Fórmula 1, la Copa América, la llegada del Papa. Obras y acontecimientos que, además, generaban millones de euros para el bolsillo de sus mentores mediante las mordidas y la duplicación y triplicación del valor inicial de las mismas.

Las plazas de toros, llenas a rebosar en los mítines del PP; las fallas, convertidas en la fiesta compartida con el pueblo anestesiado; los discursos de su alcaldesa, que era más que la alcaldesa de Valencia, era la alcaldesa de España (en palabras de Mariano Rajoy), era la borrachera del poder sin límites en una Valencia y en una España tomadas por el Partido Popular como su finca particular. Días de vino y rosas.

Pero las imágenes horteras y zafias de la borrachera de poder y de la corrupción contrastan con las imágenes paralelas del desmantelamiento del Estado de bienestar, con especial virulencia en la educación, en la sanidad, en la ley de Dependencia.

Contemplar estos días en los telediarios (¡ahora sí!) la proliferación de barracones a poca distancia de los edificios megalómanos, símbolo del despilfarro y de la corrupción, en sustitución de las escuelas prometidas durante las campañas electorales nos recuerda el Tercer Mundo. Barracones que fueron instalados provisionalmente, mientras supuestamente se construían las prometidas escuelas, que nunca llegaron, y que llevan allí más de diez años pasando frío en invierno y calor en verano, y nos obligan a preguntarnos: ¿qué han hecho durante tantos años los docentes, los padres de los niños, los ciudadanos que contemplaban los días de vino y rosas del PP mientras sus alumnos/hijos sufrían las consecuencias de la corrupción? La respuesta es clara, votar al PP, darle la mayoría absoluta para que continuara con su borrachera de poder. ¿Qué hacían los medios de comunicación, conocedores de la desvergüenza? La respuesta también es clara, mirar para otro lado, deslumbrados con la Fórmula 1, con Fernando Alonso, con la Copa América de Vela, con la llegada del AVE, con las mejores autopistas de Europa y con la "mascletá" que todos los años la alcaldesa de España ofrecía a sus anestesiados ciudadanos para que siguiesen votando PP, votando corrupción.

Hoy en Valencia hay un Gobierno de coalición de tres partidos (Compromís/PSOE/Valéncia en Comú); ya no está el PP, que ha dejado después de veinte años una Valencia empobrecida, esquilmada, hortera. Pero no olvidemos que el Partido Popular volvió a ganar las elecciones, fue el más votado por los valencianos. No olvidemos que los ciudadanos volvieron a premiar con su voto la corrupción, al igual que el pasado 20-D; en las elecciones generales en el conjunto de España volvió a ganar el PP, aunque no por mayoría absoluta y, por ello, no puede formar Gobierno.

De repetirse las elecciones en el mes de julio, no me cabe la menor duda de que el PP volverá a ganar las elecciones o, si queréis, volverá a ser el partido más votado por los ciudadanos.

El que fuera presidente de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus, hoy en la cárcel, en un mitin de su partido, con la plaza de toros llena hasta la bandera, se jactaba de que cuando era alcalde de Játiva les prometió a sus ciudadanos que llevaría la playa a su pueblo: y se lo creyeron, ¡serán burros! ¿Saben quién ganó las elecciones aquella vez?... Pues eso, él mismo y por mayoría absoluta.

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