De ficciones y realidades
Tras leer este domingo en LA NUEVA ESPAÑA la entrevista a José Luis Cordeiro, académico de origen asturiano de la Singularity University de Silicon Valley, en la que éste (entre diversas afirmaciones que a mí, como común mortal que soy, no dejan de resultarme un tanto estrambóticas) afirmó que el cáncer es su enfermedad preferida porque, según él, descubrió cómo no envejecer, estuve meditando si dejarlo correr o si como enfermo de cáncer que he sido (y sigo siendo, porque el cáncer nunca se va de tu interior) darle respuesta a su, cuando menos, políticamente incorrecta aseveración, como así me he decidido a hacer finalmente.
Por supuesto no voy a entrar a valorar los méritos ni menos aún los conocimientos del señor Cordeiro, que entiendo más que sobradamente probados. Sin embargo, sí he de poner en tela de juicio su capacidad de empatía hacia los enfermos de esa que denomina su enfermedad preferida. Y es que no creo que exista ningún enfermo al que le resulte agradable leer cómo se banaliza de semejante manera su enfermedad.
Bajo mi punto de vista, y por seguir con la misma terminología empleada por el académico, lo único que cabría preferir sería que no existieran enfermedades, algo que, por cierto, según él, no estaríamos demasiado lejos de lograr. Permítame que dude de tal extremo, al menos a medio o largo plazo. Y no digamos ya de su creencia de lograr en un futuro próximo la inmortalidad; el envejecimiento se curará en 20 o 30 años. Yo no pienso morir, declara. Para el riesgo de superpoblación que ello generaría en la Tierra también ofrece una solución peculiar: el suicidio, de forma consecuente, de aquellos disconformes con el exceso poblacional. Ahí queda eso.
Seguramente, a ojos del entrevistado yo no deje de ser otro vulgar escéptico, obtuso de mente e imaginación, incapaz de vislumbrar las maravillas que la ciencia nos procurará a todos, como la de no tener que trabajar y poder dedicarnos a lo que más nos guste (otra de sus afirmaciones). Pero justamente si algo me ha dado esa que dice ser su enfermedad preferida es la capacidad para discernir la realidad de la ficción, aprendiendo a vivir la vida en cada momento, en el hoy, y a no temer a la muerte en el mañana.
Lo anterior no es incompatible, en absoluto, con la realidad que supone el que la ciencia nos haya dado los medios para que enfermedades incurables hace décadas ahora puedan superarse en algunos determinados casos. Pero más allá de esto, no deja de ser una ficción, atractiva para algunos, el elucubrar con la inmortalidad.
El señor Cordeiro es muy libre de creer que será inmortal, lo mismo que yo de creer que lamentablemente él no verá ese objetivo cumplido. Por ello, le deseo sinceramente que sea muy feliz en esta vida, pues lo único cierto, de momento, es que es precisamente la única segura que tenemos. Y, por favor, no más enfermedades preferidas.
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