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La segunda transición

13 de Marzo del 2016 - Manuel Díaz Menéndez (Forcinas (Pravia))

Los que ya pasamos ampliamente de los 50 tacos nos está tocando vivir la segunda transición hacia la verdadera democracia en España. Uno recuerda aquélla primera del 78 como algo ilusionante, algo que nos parecía maravilloso. Quizás esas apreciaciones, contempladas hoy desde la perspectiva de los años, tendrían mucho que ver con los veintipocos años que uno tenía.

En aquel primer asalto a la democracia del 78 todo era distinto; para empezar, la clase política era más dialogante entre sí, sabía lo que quería para su país, anteponía sus posibles privilegios personales a las verdaderas necesidades que la ciudadanía le reclamaba. También en la calle los ciudadanos, de uno u otro signo ideológico, nos respetábamos, dialogábamos, exponíamos nuestras ideas sin crispación, con sosiego, algo que hoy no sucede.

Para las gentes de izquierdas, nuestros objetivos principales eran conseguir cotas de libertad que nunca antes habíamos podido disfrutar. También los aspectos sociales como la educación, las pensiones y la sanidad figuraban como metas a consolidar y fortalecer.

Cuántas noches sin dormir, cuántos kilómetros recorridos con el viejo Seat 850 empapelado con la imagen de aquel joven líder que nos prometía a todos los españoles que por el cambio deberíamos votar PSOE. Nunca olvidaré aquella noche histórica en la que un Felipe González pletórico de juventud ganaba las elecciones por una abultada mayoría absoluta con más de 200 diputados.

Muchos años han pasado desde entonces y muchas cosas han ocurrido en esta España nuestra, pero si algo marca las diferencias entre aquella primera transición del 78 y la que nos está tocando vivir hoy, es que ya nada es igual. Para empezar, nuestros políticos de hoy ya no están en política por la defensa de unos ideales, están para solucionarse su vida económicamente. La política se ha empresarializado. Por otra parte, la corrupción ha sido el gran virus que los ha contaminado a todos; ninguno se ha salvado de meter la mano en el cajón de los dineros públicos. Por su parte, la derecha de toda la vida, la que representa el Partido Popular, no sólo ha resultado ser la más corrupta, sino que ha sido durante estos últimos años la que más leyes ha dictado en contra de los derechos de las clases trabajadoras. La tan cacareada crisis económica, que no sólo ha afectado a España, sino que ha sido a nivel mundial, fue el gran pretexto de la derecha para hacer que la misma recayese sobre las clases más débiles de la sociedad española, lo que ha propiciado que España ocupe en estos momentos uno de los primeros puestos en Europa en la diferencia entre ricos y pobres. El PP de Rajoy se ha dedicado a rescatar bancos en quiebra, mientras a miles de ciudadanos se les expulsaba de sus casas por falta de solvencia para hacer frente a sus hipotecas. Tampoco en estos años el PSOE, al que supuestamente se le debería considerar de izquerdas, ha sabido estar a la altura de las circunstancias; sus múltiples casos de corrupción, ya desde los tiempos de Felipe González, han dado al traste con sus famosos 100 años de honradez. Sus políticas en los últimos tiempos también han ido recortando derechos de los trabajadores, y sus principales líderes están más preocupados en mantener sus privilegios de poder que en buscar soluciones a los graves problemas que afectan a los ciudadanos.

Con este panorama llegamos a 2016, un año que será clave para recuperar los valores de la verdadera democracia, valores que de la mano de PP y PSOE hemos ido dejando por el camino en estos últimos años.

Para intentar volver a recuperar la verdadera democracia han irrumpido en la vida política española dos nuevos partidos: Podemos y Ciudadanos. El primero de ellos, liderado por el politólogo Pablo Iglesias, de marcado carácter de izquierdas, y el otro encabezado por Rivera, un joven catalán de ideología claramente conservadora, que con el apoyo y la financiación del IBEX 35 ha dado el salto a la política nacional.

Ambos partidos han conseguido romper el legendario bipartidismo español de toda la vida entre el PSOE y el PP.

Las últimas elecciones del pasado 20 de diciembre han dejado un panorama político muy complicado para formar ese Gobierno de progreso y de cambio. El PSOE, con 90 escaños, es el encargado en estos momentos de formarlo, tras la negativa del PP a intentarlo, al no contar con los apoyos necesarios. Al PSOE se le presentaban dos opciones: una, buscar los apoyos de PODEMOS, 65 escaños; IU, 2 escaños, y Compromís, 5 escaños. Esta combinación conseguiría investir a Pedro Sánchez con 162 votos, pero para que tuviese éxito se tendría también que contar con la abstención de los partidos independentistas. La segunda posiblidad sería la gran coalición que desde el mismo día de las elecciones propuso Rajoy, es decir, PP, PSOE y Ciudadanos, los tres partidos tendrían una holgada mayoría de más de 200 diputados.

Sin embargo, el PSOE no se ha inclinado ni por una ni por otra opción. Los barones socialistas convencieron a Sánchez para que lo intente con Ciudadanos, una combinación imposible para lograr la investidura, pues ambos partidos suman 130 diputados, insuficientes a todas luces, teniendo en cuenta que tanto PODEMOS como PP, IU y el resto de partidos minoritarios ya han anunciado su voto en contra. Por lo tanto, lo más previsible, salvo que Rajoy, tras el más que probable fracaso de la investidura de Sánchez, lo intente con Ciudadanos, para lo cual tendría que contar con la abstención del PSOE, es que tengamos que volver a las urnas el próximo día 26 de junio. Y es que la segunda transición española está siendo mucho más complicada que aquélla ya lejana del 78, que hoy recordamos con cierta nostalgia.

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