Cofradías, polémicas declaraciones
En el momento actual, cuando hay tanta perplejidad, ignorancia y desorientación con temas transcendentales, es necesario que seamos conscientes de la realidad que nos rodea, en la que vamos a tener que sostener creencias cristianas, luchando en medio de un ambiente hostil que nos pone más difícil nuestra fidelidad a unas costumbres, a aquellas que hemos visto y vivido de nuestros padres y abuelos, que tenían una sólida formación religiosa. No es esto una reflexión para asustarnos, pero sí para que reforcemos nuestra fe y la de aquellos que nos rodean, ya que entiendo mejor es tomar medidas para prevenir la caída que tener que curar la herida; creo que no nos podemos permitir que el silencio de los creyentes sea tomado por vergüenza y que la buena fe de millones de personas sea burdamente manipulada sin levantar un grito de protesta en nombre de la fe, si no del sentido común y de la razón.
Mucha tinta se lleva gastada en torno a las cofradías, procesiones y ayudas a la Semana Santa. Cada día suele emitirse un nuevo capítulo sobre esta historia, y ni la política se puede teologizar, ni la fe politizar. La fe no depende de la clase de religión ni el agnosticismo puede negar la existencia de una cultura religiosa, predominantemente católica, que ha sembrado nuestra patria de arte y monumentos. El pasado 11 de febrero, en las páginas de este diario LA NUEVA ESPAÑA, se asomaba un artículo del sacerdote Faustino Vilabrille que ponía de vuelta y media a las cofradías o hermandades que con frecuencia organizan las procesiones que proliferan por todas partes en Semana Santa, con fines, a veces, más que dudosos desde el punto de vista de la fe, como por ejemplo el turismo y sus desviaciones económicas.
Duras y polémicas declaraciones las publicadas por el clérigo, su escrito se sale de su doctrina y se muestra cercano al rabioso laicismo imperante que no quiere la Semana Santa, las calles pobladas de multitudes silenciosas para contemplar las procesiones. Dice el clérigo que para nada son necesarias las procesiones, las imágenes y los santuarios, todo ello tan antiguo como el cristianismo mismo, un ataque a la Iglesia, a la tradición y a su doctrina. Unas declaraciones, señor Vilabrille, que causan más daño que beneficio: los pueblos sí necesitan las procesiones, ese peregrinar del hombre por las calles de este mundo guiados por la columna nebulosa de la fe, no se les puede quitar, sin herirles, las procesiones de Semana Santa, que no son un acontecimiento folclórico de mera contemplación, ni fáciles las cosas, exigen sacrificio, renovación de mente, y ahí están miles de personas intentando vivir su fe, y a quienes les parezca fácil portar a hombros un Cristo, que pruebe lo que es sufrir como costalero. Las imágenes también son necesarias, señor Vilabrille, no despreciemos las imágenes, aprovechémoslas todas, todas las ocasiones para unirnos más y más a ellas, y conocer, si quiere, cómo fue el personaje histórico que cambió la civilización de tal modo que hasta las edades se cuentan como "antes y después de Cristo". Siquiera como información, como cultura.
Se habla mucho de la traición de Judas y no se percibe que se está repitiendo que Cristo sigue siendo vendido, no por los jefes del Sanedrín por treinta denarios, sino también por aquellos que abrimos la Biblia en el Libro del Éxodo, sin recordar que el Apóstol Pablo (I Cor, 10, 11) dice que todo esto acontecería en figura, ese leño, el símbolo de la Cruz.
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