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Y más allá la paz

28 de Febrero del 2016 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Julio L. Martinez Martinez (SJ) Rector de la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid), nos decía hace poco que es preciso estar en el mundo de forma más dialogante: «...para que podamos hacer una cultura de encuentro también con los musulmanes. En esto tenemos que estar, pero es difícil, hay gente que te dice que eso sería muy bonito pero es imposible; pero tenemos que conseguirlo, de otra forma el mundo no tendrá futuro. Con la globalización ya no hay fronteras, la gente cruza los mares y las montañas y es imparable». Ciertamente, no valen muros ante la desigualdad, y sí valen la hibridación y la filosofía del diálogo. Unos días después José Luis Cordeiro nos ofrece sus visiones como profesor de la Singularity University de Silicon Valley, algunas nada aconsejables: no estoy en absoluto de acuerdo cuando enfoca la vida: «No me voy a morir», dice añadiendo juicios desde tan anómala afirmación. Envejecer y morir son necesarios: sin la sabiduría ante lo inevitable, sin la innovación de la vida: no hay futuro; sería la extinción de la Humanidad. Los protozoos son inmortales y se necesitó de la naturaleza mortal para poder llegar al ser humano; y aún se necesita ir más allá. La evolución es la llave, cuando morimos (porque soy creyente lo digo) nacemos a una nueva vida para seguir más allá. ¿Qué sentido tendría mantenernos en el vientre de la madre sin nacer, sin ver la luz desde el horizonte de sucesos? Ese es el reto. Si la desigualdad pasa de lo económico a ser de vida o muerte, ¿qué los detendrá?

Vivimos tiempos absurdos y singulares, aunque lo más absurdo es no ver que existiría un gran futuro si leyésemos bien el mensaje legado, si viésemos la necesidad de transformar la Historia en base a lo que se nos ha dicho. Porque, si persistimos en la ceguera en esta globalidad del desarrollo tecnológico, abocamos una catástrofe. Dice la oncena tesis a Feuerbach: «Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo». Tan necesaria transformación ya fue predicada por Jesús de Nazaret en su mensaje que, resumido, dice: «ama al próximo (y al no tan próximo también), elige la vida, da libertad y perdón»: ¿qué ha ocurrido? Porque lo ocurrido en la Historia hasta ahora es: «Desprecia al otro, no te importe destruirle o enviarle a la muerte y, si se ha de elegir la vida, que sea el otro el que viva bajo tu dominación: nunca le perdones una afrenta o rebelión». Bajo tal pancarta, llegan a unirse masas solidarias en la banalidad del mal o de la ignorancia: hordas de terror y estupidez. Debemos tener absolutamente claro que la transformación del mundo propuesta por Jesús de Nazaret es la única que nos puede salvar en esta tesitura de globalización, desarrollo tecnológico y desigualdad. Benedicto XVI nos dice: «El saber humano es insuficiente y las conclusiones de las ciencias no podrán indicar por si solas la vía hacia el desarrollo integral del hombre», conclúyalo la Singularity University o no. Pero si ante tanta desigualdad estalla la violencia: el pacifico, sin odio, debe pararla elevándose al nivel del violento y defender la vida de los inocentes que viven bajo su terror o huyen de él; debe dar la paz y la libertad a ese inocente en su propia casa y país, o refugiarle en su huida desesperada en el suyo. Incluso debe perdonar al violento antes y después de detenerle, con firmeza, para erradicar la fuente del terror. Concedámonos pues diálogo y paz para, más allá de todo conflicto, poder tener un futuro en fraternal armonía.

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