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Acerca de las participaciones electorales

1 de Marzo del 2016 - Heriberto Coto García (GIJÓN)

Me dirijo a este periódico en la confianza de que tengan a bien publicar estas mis reflexiones sobre el derecho y la "obligación" de participar en las votaciones a las que, de vez en cuando, en ocasiones más a menudo de lo razonable, somos convocados por nuestros dirigentes. Entrecomillo lo de obligación porque no me refiero a una obligación legal, ni incluso moral, sino a la obligación histórica que, al menos a mí, nos empuja a dejar oír lo poco que podemos de nuestra opinión. Trataré de explicarme.

Pertenezco a ese porcentaje de españoles que, no muy por encima del 50%, viene participando infatigablemente en las distintas elecciones, a las que todos somos convocados por los diferentes organismos que nos representan y/o rigen. Cuando lo hago, cuando participo, siento, aunque sólo sea por un día la sensación de haber ganado la batalla a la sinrazón, aunque hayan tenido que pasar tantos años, costado tantos muertos y perdidos tantos días de libertad en las cárceles. Es algo parecido a la alegría que se siente cuando gana tu equipo.

Yo también pienso que es urgente y necesaria la modificación de la ley electoral, en el sentido de darle un mayor grado de proporcionalidad, que mitigue el agravio comparativo que representa el que algunos elegidos necesiten el doble de votos que otros, para serlo.

Pero, aun siendo esto urgente y necesario, lo es más el hecho de la participación electoral en sí. Reconociendo el derecho de todos a participar, de la forma que sea siempre que ésta sea pacífica y sin menoscabo del derecho de los demás, tengo que decir que me apena la poca participación que vengo observando prácticamente desde el principio y, sobre todo, en los últimos años.

Me apena porque soy uno de los cientos de miles de españoles que sufrió, en las últimas décadas de la dictadura, por el derecho a votar, a decir, a opinar... Muchos de ellos sufrieron bastante más que yo, pues, aparte de los miedos, las carreras y algún toletazo por no correr suficiente, no me dejaron cicatrices. Y otros cientos de miles que, antes que nosotros, sufrieron Represión (con mayúscula) y muerte, por ese mismo derecho.

Creo que se pagó mucho peaje, demasiado, para el poco empleo que se hace del derecho tan duramente alcanzado.

Y dicho esto, voy al asunto que realmente me ha movido a escribir esta reflexión. El pasado 28 de febrero el PSOE ha sometido a su militancia a una votación para decidir un tema trascendental para su próximo futuro: la aceptación o no de unos acuerdos con otro partido, para la investidura a presidente del Gobierno.

Lo que me ocupa no es el contenido de los preacuerdos que se han pactado, ni la coincidencia o no de ideología con el compañero de viaje que se propone desde su dirección, ni si hubiera sido mejor llegar a acuerdos con otras formaciones, ni el resultado de la votación, ni cualquier otra cuestión de esta índole.

Lo realmente preocupante, para mí al menos, es lo de que, según este mismo periódico, "la inmensa mayoría de la militancia que apoya el preacuerdo, en una participación que ha superado más del 50%", sea un porcentaje tan nimio. Eso es lo que me preocupa: el porcentaje de participación.

Cómo voy a esperar, iluso de mí, que aumente la participación ciudadana en las votaciones generales cuando una supuesta vanguardia de la sociedad, los militantes de uno de los dos partidos que se vienen alternando en eso de gobernarnos, tiene una participación electoral, interna, similar a la del resto de los ciudadanos. En este caso es el PSOE, pero es aplicable a otras formaciones.

Con qué derecho moral pueden pedir los dirigentes de los partidos y agrupaciones que participan en los comicios electorales y en otros tipos de votaciones, la participación ciudadana, cuando son incapaces de dar las motivaciones suficientes, a sus propios militantes, para animarles a participar en sus comicios internos...

En fin, que mi lucha actual va a tener que ir encaminada a cómo acallar mi sensación de ridículo, cada vez que participe en una nueva votación. Porque, no les quepa la menor duda, pienso seguir haciendo uso de un derecho que nadie me ha regalado.

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