De pactos, estrategias y mentiras
Esta mañana escuchaba en la radio una tertulia entre corresponsales de la prensa francesa, alemana y holandesa, quienes, ante la pregunta del coordinador del programa sobre cómo estaban informando a sus periódicos del proceso de negociaciones políticas para formar Gobierno en España, los tres coincidían en que en realidad no lo estaban haciendo, básicamente porque no había de qué informar, ya que los lectores de sus países no entenderían lo que se les transmitiría.
Ello nos sigue colocando, lamentablemente, con el eslogan de los años 60 que sirvió para atraer el turismo y de paso justificar la dictadura franquista, "Spain is diferent". Algunos observadores lo achacan a que no existe en nuestro país cultura de pacto, devenida, entre otras cosas, de la ley electoral que consagró el bipartidismo desde la promulgación de la Constitución de 1978.
Mi opinión es que deberíamos buscar otros elementos explicativos de lo que ocurre en estos días, en la línea de lo apuntado por Álvarez Junco recientemente y que entronca con la propia Historia de España y sus fantasmas: no se pasa del hambre y la dictadura a la opulencia y la democracia así como así. Un cambio auténtico exige pedagogía. Una vez le espetó Joaquín Costa a Giner de los Ríos su célebre diagnóstico: "Necesitamos un hombre", y don Francisco le replicó: "Lo que necesitamos es un pueblo". Tenía razón. Él había visto demasiados cambios repentinos, de esos en los que una multitud entusiasmada arranca la lápida de la plaza Real para llamarla plaza de la Libertad o de la Constitución y se va a casa tan ancha ("El País", 24/2/2016).
Recordad, de paso, que con la misma ley electoral (que, por supuesto, hay que cambiarla por injusta) se ha terminado con el bipartidismo, en la medida en que han surgido dos partidos nuevos, Ciudadanos y Podemos, con sus confluencias que obligan necesariamente a buscar gobiernos de consenso:
1. La gran coalición (al estilo alemán), querida no sólo por el PP, sino acariciada también por Ciudadanos, hoy por hoy es imposible, porque su principal promotor, el PP, está hasta las cejas de corrupción. En palabras de A. Rivera: "Quien es incapaz de limpiar su casa, no puede limpiar el país". Y porque el ciudadano votante del PSOE no está preparado para ello, como sí lo está el votante del Partido Socialdemócrata Alemán.
2. Pacto de izquierdas (PSOE, Podemos, IU, con el apoyo de PNV y C. Canaria, ambos de centro derecha): no puede ser, aunque muchos lo desearíamos, porque, aunque consiguieran sacar adelante la investidura del líder socialista, la gobernabilidad sería imposible. Ninguna ley en el Parlamento podría salir adelante, porque los votos del PP y Ciudadanos (163) lo impedirían.
3. Gobierno en minoría (PSOE/Ciudadanos) con la abstención de alguno de los grandes (PP o Podemos). Es lo que llevan intentando Sánchez y Rivera, por ello ninguno de los dos ha roto sus contactos en este juego estratégico de conseguir la abstención de PP o de Podemos. Ciudadanos, empeñándose en convencer al PP de que su reforma laboral no se tocará y no se subirán los impuestos. Por su lado, los socialistas, intentado convencer a Podemos de que el paquete social que ellos comparten se mantiene en el pacto.
En este terreno es donde entran en juego las estrategias de cada uno de cara al futuro y donde empezamos a diferenciarnos del resto de Europa y toman cuerpo los fantasmas denunciados por Álvarez Junco.
Marino Rajoy, que lleva en sus genes la herencia de los modos y maneras del franquismo, no admite la posibilidad de perder el poder. España es su finca particular, y los demás, los enemigos de la finca. Nada que ver con la derecha alemana, francesa o británica, de ahí la imposibilidad metafísica de que se abstenga ante un posible Gobierno en minoría PSOE/Ciudadanos. Su estrategia es resistir hasta que Sánchez fracase el próximo día 5 y el Rey le encargue formar Gobierno. En este supuesto sólo puede esperar a que Rivera cambie de opinión y formar un Gobierno en minoría con él, a sabiendas de que la gobernabilidad sería casi imposible, porque tendría la oposición de toda la izquierda y esta vez la de los dos partidos catalanes independentistas, que votarían en contra de cualquier ley del Gobierno PP/Cs, o esperar a las nuevas elecciones. No pasa nada, son conscientes (¿?) de que su electorado continuará votándoles.
Pedro Sánchez, cuestionado desde el mismo día de su elección como secretario general por los barones del partido, tenía los días contados hasta que Mariano Rajoy le hizo el regalo de su vida: renunciar al encargo del Rey de intentar formar Gobierno (consciente de que no tenía ningún respaldo, fuera de sus diputados) y Sánchez vio la luz. Con su apuesta de negociar por la derecha y por la izquierda, tenía la virtud de convertirse en el protagonista de la escena política, y así desactivar todo movimiento en su contra dentro del partido y garantizarse la nominación para unas previsibles elecciones en junio y, de paso, acusar a Podemos (será el mantra de la campaña electoral) de imposibilitar un Gobierno de reforma y progresista.
Pablo Iglesias, cuyo transformismo político se estudiará en las facultades de Sociología y Políticas, sólo tiene un horizonte, marcado por su personal hoja de ruta: conseguir el soñado sorpasso al PSOE. Su autoproclamación como vicepresidente de un hipotético Gobierno con Sánchez tenía menos de egolatría y más de tactismo, ya que con ello sabía no sólo que iba a irritar al PSOE, sino también escenificar que en absoluto estaba por la labor de formar Gobierno con Sánchez. El acuerdo entre PSOE/Cs le facilita las cosas de cara a la campaña electoral, donde tendrá fácil demostrar que Sánchez se ha derechizado y, con la más que previsible (ahora sí) entrega con armas y bagajes de IU a su causa, conseguir adelantar al PSOE. No sería descartable la otra posibilidad que manejan algunos de sus asesores, abstenerse el próximo día 5, permitiendo así la investidura de Sánchez/Rivera, y él como única oposición de izquierdas que le allanaría el camino hacia un mejor resultado electoral que el obtenido el 20-D.
Nota final: Uno de los elementos del 15-M para acabar con la vieja política y con el "no nos representan" era la participación activa. Iglesias se inventó lo de los círculos, como células de participación en contraposición a las sedes y casas del pueblo de la tradición socialista y comunista. Todo ello ha desaparecido, los círculos sólo le sirvieron para la toma del poder interno. La participación ha muerto.
En este sentido, el PSOE le acaba de dar una lección de participación a Podemos/Iglesias, su militancia ha acudido en pleno invierno a las sedes y agrupaciones a votar, ha votado el 50% de sus militantes en votación presencial, y en las primarias de julio de 2014 lo hizo el 67%. La última vez que los simpatizantes de Podemos votaron por Internet (es decir, desde su casa, con un clic), lo hizo sólo un 3%... y, además, a la búlgara, con el 98% a favor de las propuestas oficialistas, es decir, las de P. Iglesias. Sin comentarios.
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