Suiza en dirección Austria
-Si el tiempo acompañase no sería tan insoportable estar aquí parados, en el medio de ninguna parte, con un tren que casi llega a la frontera de Austria pero que no, que sigue en la maldita Suiza. ¿Cuándo tiene pensado el maquinista poner a funcionar esta máquina? Mira, mira cariño, al niño gordo sentado en la estación. A la derecha... la tuya no, la mía. ¡Se le derrite el chocolate!, ¡qué horror! Hasta el chocolate suizo se deshace con este tiempo.
-Lo cierto es que no te falta razón.
-¡Los calores, los calores! Nadie sabe lo que sufrimos las mujeres a nuestra edad. ¡El abanico cariño, por favor! Ya le dije al sastre que estos cuellos estaban muy apretados. Será idiota...
-Es cierto, recuerdo habértelo oído decir.
-¿Estás leyendo el periódico con este calor? ¡Pero si bailan hasta las letras! Mira cógelo así, por la esquina, no así no, eso, así bien, dame aire con él. Cariño,¿dónde están los retretes en esté vagón? Ah, no, yo de primera clase no salgo. Abanica, abanica. Cariño, ¿Cuántos crees que tardaría un chocolate suizo en derretirse bajo este sol?.
-No tengo ni idea querida, pero cuando lleguemos a Austria te compraré uno de esos relojes austríacos para que lo compruebes.
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