"Locos y locas"

29 de Febrero del 2016 - Tomás Fernández Fonseca (Avilés)

No era un viernes cualquiera. Volvía a casa después de una semana ingresado en una unidad de psiquiatría del Hospital. Una depresión prolongada, junto con una crisis de identidad muy fuerte, acompañada de alcohol, líos, ansiedad, peleas y relaciones tóxicas creaban un cóctel autodestructivo que me conducía irremediablemente a un colapso total. Al borde del abismo, incapaz de poder controlar mi mente y gestionar mis sentimientos por mí mismo, consigo reunir fuerzas para pedir ayuda y decido poner fin a la pesadilla, me va en ello la vida.

Cuando oímos la palabra psiquiatría todos los tópicos y prejuicios se ponen en fila en nuestra cabeza y nos presentan una película de zombis. El asunto va de "locas y locos", pensamos.

Cuando tenemos una lesión en la pierna, acudimos al traumatólogo, sin que nadie se sorprenda por ello. Sin embargo, cuando el problema está un poco más arriba, parece que la situación no nos acaba de encajar del todo.

Mi nombre es Tomás , tengo 21 años y estoy loco. Tan loco como cualquiera de vosotros o de vosotras. Sin embargo, admito sin ninguna vergüenza que estoy enfermo y necesito ayuda. Mientras escribo, pienso que llegar a reconocer mi enfermedad es una de las mejores decisiones que he tomado en la vida.

Eran las 23.15 de la noche del domingo cuando ingresaba en la unidad de psiquiatría del Hospital San Agustín de Avilés. Medidas de seguridad extremas, normas estrictas… Un ambiente extraño, claustrofóbico, impactante, al que me enfrentaba con mucho miedo e inseguridad. Sin embargo, no pasarían muchas horas para descubrir a algunas de las mejores personas que he conocido. Personas enfermas como yo, cada una con sus problemas, sus consecuencias y sus soluciones. Todas distintas, pero con un denominador común: la humanidad, la solidaridad, el amor.

Como si de una familia se tratase, mis compañeras y mis compañeros de unidad venían a recibirme a primera hora del lunes. Preguntándome qué tal estaba, qué necesitaba, ofreciéndome su ayuda en todo momento, protegiéndome como si nos conociésemos de toda la vida. Personas a las que la vida ha tratado, por unas razones u otras, peor que mal. Allí estaban, sacando fuerza de donde no la había para ayudar, para charlar, para intentar que me encontrase como en casa.

A todos y a todas, amigos y amigas, van dedicadas estas líneas que redacto mientras recuerdo las risas, los abrazos, las trampas y el cariño que me hicisteis sentir en cinco días que parecieron meses, y no en el peor de los sentidos.

Todavía queda mucho camino por delante hasta recuperarme y regresar al 100 por ciento que me caracterizaba. Reflexiono mientras tanto sobre qué significa ser buena persona, sobre la definición de solidaridad, de compromiso, de amor.

Tan sólo tengo palabras de agradecimiento hacia todo el personal y hacia mi doctora, pero sobre todo me dirijo a vosotras y a vosotros, a quienes por las razones que sean continuáis en la unidad y a quienes tenéis la suerte, como yo, de poder estar en casa ya. Gracias por haberme enseñado tantas cosas. Os echaré de menos, os deseo todo lo mejor y os mando un fuerte abrazo, tan fuerte como el que me brindasteis a mí en el momento que más lo necesitaba.

"La única lucha que se pierde es la que se abandona" (Ernesto "Che" Guevara).

¡Luchemos con coraje por nuestra felicidad!

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