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El tesoro de la cueva de Gancios

12 de Mayo del 2016 - Ricardo Luis Arias (Aller)

Grato nos resulta el volver a Riosa, que es un hermoso valle del medio rural asturiano situado en el regazo de la cordillera del Aramo, entre los concejos de Lena y Morcín, en donde se cultivan y se comen los mejores nabos del mundo. Hoy vamos a recordar una vieja historia que se hizo famosa y hasta creída en otros tiempos, como lo fue de un tesoro que los moros dejaron oculto, en su retirada, en la cueva de Gancios situada relativamente cerca de las históricas minas de Texeo. Por cierto, que los restos humanos que uno encontró allí, con “Castañera”, fue en 1943 y no en 1993, obligada aclaración a nuestro anterior artículo sobre Riosa. El tesoro en cuestión estaba situado en esa cueva, en su fondo, guardado por un gigante armado, y dentro del arcón que contenía el tesoro, una enorme serpiente esperaba al intruso que lograra birlar al gigantón y conseguía abatir el arcón que contenía ese tesoro.

Esto nos fue relatado por un gran paisano llamado Carlos el de la Cuba, creo que vecino de la Juncar que, con otros riosanos, vaqueriaban en el mayau de Espines, muy cerca de la calzada romana de Vichuriz. Y casi bajo ella está la cueva de Gancios, que tiene una entrada de madriguera y luego va ensanchando hasta llegar al borde de una sima de incalculable profundidad. Como los medios de espeleología eran entonces precarios, prácticamente no existían o desconocíamos aquí, en esa cueva nos la jugamos mi amigo Salva y yo en dos ocasiones. La última vez, a la salida, nos esperaban preocupados Carlos y los demás paisanos, alarmados por la tardanza de nuestra salida de aquella tenebrosa cueva, cuyo fantástico tesoro allí seguirá...

Carlos, con su habitual socarronería, nos dijo que “allí seguirá, allá abaxo, hasta que los moros vengan a buscalu...”. La carcajada es general, preámbulo de una tertuliana folixa con aquellos grandes paisanos de Riosa, que en el mayau de Espines vaqueriaban entonces todo el verano. Y en la Mesta, que es cordal que divide los concejos de Lena y Riosa, mozas y mozos de las aldeas limítrofes de uno y otro lado solían entonces reunirse allí los domingos y organizaban sus buenos bailes, con un acordeón. Ejemplar convivencia aquella –que solíamos compartir cuando regresábamos de las cumbres del Aramo– de riosanos y lenenses, evidente demostración de cómo son ellas y ellos, las buenas gentes de nuestro medio rural.

La calzada romana de Vichuriz y la fantástica historia del tesoro de la cueva de Gancios, tan próximos, son otros atractivos para el turismo rural que tiene Riosa, además de las minas prehistóricas de Texeo. Bien merece ser conocido todo ello, pero la cueva y el tesoro, no, porque el gigante y la serpiente le pueden a uno meterle el diente...

Ricardo Luis Arias

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