Dios no puede querer el mal
En el Evangelio del domingo pasado le preguntan a Jesús sobre el asesinato dentro del templo de algunos galileos por orden de Poncio Pilatos y la caída de una torre sobre algunos transeúntes. Frente a la fácil conclusión de considerar el mal como un efecto del "castigo de Dios", Jesús presenta la imagen verdadera de Dios, que es bueno y no puede querer el mal, y afirma: "¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos porque han padecido de estas cosas? ¡No, os lo aseguro y si no os convertís, (veo que) todos pereceréis del mismo modo". Jesús invita a tener una visión distinta de esos hechos como ocasión para reflexionar y para vender la falsa ilusión de poder vivir sin Dios y para fortalecer, con la ayuda del Espíritu Santo, el compromiso de cambiar de vida y, al mismo tiempo, frente al pecado, Dios se revela lleno de misericordia y nos exhorta a los pecadores para que evitemos el mal, crezcamos en su amor y ayudemos constantemente al prójimo en situación de necesidad. Al mismo tiempo, nuestra conversión nos lleva a ver nuestras buenas obras llenas de amor de Dios y así podremos ver la historia humana con los ojos de Dios, el cual, queriendo siempre el bien de sus hijos, a veces permite que nos veamos probados por el dolor para llevarnos a un bien más grande: dar pan al hambriento y orar por todos, unos y otros, como las nubes llueven sobre todas las cabezas del mundo.
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