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Con los ojos de los pobres

7 de Marzo del 2016 - José Fuentes y García-Borja (Oviedo)

El pasado 6 de marzo fue el primer domingo de mes dedicado a la colecta mensual de los pobres por medio de Cáritas. Que San Julián, una vida de caridad para los pobres, nos ayude a crece en amor a los pobres, que nos miran con sus ojos de niños enfermos, solos, pobres... Dedico este artículo a todos los directores parroquiales de Cáritas. Hoy, en especial, al de las cinco parroquias de Mieres-Norte, don Julián Sánchez.

Burgos, 1128, nace para bien de los pobres San Julián, futuro obispo de Cuenca. Fue gozo para sus padres y amigos, y su hogar, su primera escuela; y desde ésta, a la de la Catedral. Terminados sus estudios primarios y aconsejado por sus padres y maestros, marchó a Palencia para seguir en su escuela, que el obispo Poncio convirtió en Estudio y el Rey Alfonso VIII elevó a la categoría de Universidad, la primera de España y a la que el Papa Urbano VI concedió todo los privilegios de la Universidad de París. Allí fue admiración de estudiantes y catedráticos, y recibe el título de doctor. Por sus cualidades de educador y su preparación científica el claustro de profesores le nombra profesor de Filosofía y Teología: tenía 24 años. Por su espíritu de caridad, su habitación fue obrador de menestral, allí trenzaba sus cestillas con mimbre y sarga, que, llenas de alimentos, daba a los pobres.

Enseñó con claridad, sencillez y aprovechamiento; su fama crecía de día en día y la admiración por el joven profesor no tenía límites. Gallardo y apuesto joven, a pesar de su modestia y recogimiento, por eso, para alejar la tormenta que bramaba en su alma, decide abandonar Palencia para retirarse al silencio. Tenía 35 años cuando, pisoteando la fama y la gloria, marcha a Burgos para vivir en una casa humilde; allí se prepara para el sacerdocio y apostolado. Esta vida de oración y pobreza fortalece su alma y decisión. Recibe las órdenes menores y sigue en La Semella, su casita. Oración, estudio y sacrificio que traduce en limosnas y llega la ordenación como sacerdote en 1166 y se hace misionero por España, sólo con el breviario, un crucifijo, una estampa de la Virgen María y dos mudas. Salió como caballero andante del Evangelio. Grande fue el fruto de su predicación y muchos los convertidos, incluso en la Córdoba averroísta. En 1190 predicaba por los pueblos de Toledo. Enterado el arzobispo de que conocía su santidad, sabiduría y celo, le nombra arcediano de su Catedral. Alternaba las numerosas tareas de gobierno con su intensa vida de apostolado y de atención a los pobres; por estos, compra una finca en La Sagra cuyos beneficios les entregaba en limosna. Aquí en Toledo también le quieren y le piden consejo. El rey, que conocía sus virtudes, pide al Papa le elija como nuevo obispo de Cuenca, entre la alegría de sus nuevos diocesanos. Dice uno de sus biógrafos: sólo un espíritu de dinamismo creciente como el suyo podía llevar una vida pastoral tan compleja y ordenada: sus diocesanos eran unos cristianos y otros musulmanes y judíos; a todos instruye, forma y catequiza; y el fruto aparece: y de nuevo su diócesis es cristiana, tanto la ciudad como las serranías, La Alcarria y La Mancha: a todos llegó su voz misionera y caritativa. A sus sacerdotes les decía: "El Señor nos quiere santos y apóstoles". En sus visitas pastorales ponía especial cuidado en corregir el deplorable estado de muchos de ellos con gran misericordia y mansedumbre, para que ellos mismos decidieran, tras un tiempo de oración y silencio, si deseaban cambiar de parroquia, dada la mala fama que tenían allí. Unos eligieron parroquias pobres para servirles y ayudarles con sus bienes; otros quisieron ayudar al obispo como maestros del cónclave levítico para cuidar y enseñar a los niños expósitos que familias pobres entregaban a la Iglesia, única institución que los recibía; estos curas hicieron de padres llenos de ternura y les dieron carrera y herencia: ¡Julián, obispo, nunca castigó a sus sacerdotes! La caridad es la virtud que más sobresale en él; caridad de este obispo limosnero! A todas las razas u otros creyentes.

A sus 80 años dice a su fiel criado: "Mi buen Lesmes, voy a morir y debo prepararme". Y Lesmes, llorando, le lleva a Jesús en su eucaristía. San Julián, con su cuerpo abrasado por la fiebre y revestido de pontifical, recibe a Nuestro Señor y, extasiado por su amigo Jesucristo, muere, suenan las campanas y proclaman: ha muerto el siervo fiel y prudente. Cuenca está de gloria, honor y luto.

José Fuentes y García-Borja, canónigo de la Catedral

Oviedo

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