Viviendo y aprendiendo
Después de la primera votación de investidura, por ahora frustrada, del candidato socialista, no parece muy descabellado pensar que nos encaminamos a unas nuevas elecciones. Por lo escuchado este pasado miércoles tarde en el hemiciclo, no quedarían muchas dudas. Pero en política, como en tantos otros aspectos de la vida, las apariencias engañan y no hay que descartar que, finalmente, la dura pelea dialéctica que ofrecieron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se convierta dentro de unos días en un vodevil y al final los veamos formando parte del mismo banco azul. Cosas más raras se han visto.
En contra del sentir mayoritario en la opinión publicada, personalmente mantengo el criterio de que unas nuevas elecciones, aunque no arrojaran resultados muy diferentes a los del 20-D, sí servirían para clarificar las cosas. Me explico: serán útiles si los partidos se cambian el chip y entienden que negociar es, por definición, ceder. Tendrían que ser unas elecciones a las que, por lo menos, los mayoritarios fueran con mentalidad más abierta y también, no sería una cuestión menor, con alguna nueva cara. Ello permitiría, sin ir más lejos, que no se volviera a escuchar lo de "qué parte del no no ha entendido usted" y que fuera imposible que el partido que ganase las elecciones tuviera bloqueado desde el primer minuto la posibilidad de hablar con el segundo o el tercero.
Si una nueva llamada a las urnas hace que sin abandonarse los principios se dejen atrás los dogmatismos y se pongan encima de la mesa lo que une, seguro que no es tan difícil. Ocurre, no con excesiva frecuencia, por desgracia, en muchas democracias consolidadas y no tiene por qué ser imposible en España.
Al final, daremos por perdido un buen número de semanas en las que se podían haber hecho muchas cosas y nos vamos a gastar decenas de millones simplemente para darnos el lujo de repetir elecciones.
A ver si aprendemos de una vez por todas.
José Antonio Gutiérrez González
Piedras Blancas
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