Actividad o recesión global
Primero el esclavo fue útil, luego lo fue el siervo a su señor y el trabajador a su empresa, ahora lo es el robot a la inteligencia artificial IA que controla y establece sus directrices. José L. Cordeiro (profesor de la Singularity University de Silicon Valley) nos dice que: con la impresión 3D se podrían construir piezas en el espacio, o coches en los concesionarios, o robots a partir de reciclajes, o que el trabajo no va a existir y podremos hacer lo que queramos. Adam Schaff predijo lo mismo en «Microelectrónica y sociedad», en 1982. Paulo VI dijo: «Cada hombre está llamado a promover su propio progreso porque la vida de todo hombre es una vocación». Como postreros trabajadores, tememos por el futuro: ¿Qué derechos tendrá el ser humano si deja de ser el humano útil y económico? Hace poco escribía que eran necesarios actividad, esfuerzo y formación: actividad y esfuerzo, para invertir en procesos de producción robotizados, y formación para usarlos eficazmente. Era consciente de la paradójica pretensión del pleno empleo por reducción de jornada laboral; pues, si se establece una contención de la masa salarial para hacer inversiones en automatización y formación, se iría a lo que Eric Bryjofsson y Andrew McAfee han comprobado: «Los beneficios de las empresas como porcentaje del PIB están en máximos de 50 años. Mientras, la retribución del trabajo en todas sus formas, incluidos salarios y demás honorarios, están en mínimos de 50 años». Pero lo que la masa salarial no aportaría, el Estado debería aportarlo. Benedicto XVI ha dicho: «El proceso de globalización, adecuadamente entendido y gestionado, ofrece la posibilidad de una redistribución de la riqueza a escala planetaria como nunca se ha visto antes; pero si se gestiona mal, puede incrementar la pobreza y la desigualdad». Tenemos que producir para vender fuera y reducir gastos por producción propia: porque las deudas se pagan y la actividad de todos por el bien general (como la alimentación) es necesaria. Puesto que el mundo sigue ciego, parado y parando, y aunque a alguno le falte capacidad para verlo, propongo tres líneas de activación para la supervivencia:
1.ª) A nivel mundial: establecer la tasa Tobin o ITF y una renta básica universal o RB, estableciéndose una realimentación económica por medio de una tarjeta del Banco Mundial. Aunque sólo fuera para hacer un censo, o para un ingreso ínfimo como el aleteo de una mariposa capaz de provocar ventoleras.
2.ª) A nivel europeo o continental: establecer sobre los ECTS (o créditos formativos) un valor económico para el discente por su actividad formativa en función del lugar donde se imparta la formación, en relación a su domicilio. Se controlaría tal actividad desde el Instituto de Orientación y Actividad, que sería el organismo encargado de orientar hacia la vocación, dar préstamos a devolver o becas y establecer actividades para pagarlos. Esto, a todos los niveles del EQF y para toda la Unión Europea. La conversión económica de ECTS a euros se haría tras la evaluación de la formación hecha a posteriori.
3.ª) A nivel estatal: todo domicilio fiscal, familiar o residencial, en relación inversa a sus impuestos, recibirá una cantidad abonada a uno de sus miembros en función de su número (la cantidad por miembro nunca será inferior a determinado mínimo ni superior a determinado máximo), cotizando a la Seguridad Social por tal ingreso y actividad representativa ante los demás.
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