Lo que faltaba

9 de Marzo del 2016 - María Juana Asunción García Pérez (Oviedo)

A pesar de la inmensa cantidad de sandeces a las que últimamente nos tienen acostumbrados los políticos, que, a falta de otra cosa, como sería ejercer con diligencia y eficacia la labor para la que han sido elegidos y por la que todos los españoles les pagamos generosos emolumentos, no dejan de sorprendernos un día sí y otro también con ocurrencias de patio de colegio. A falta de ideas para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos y contribuir a su bienestar, lo que se impone es la simpleza y la futilidad, las propuestas sin fundamento sobre asuntos que a nadie le interesan ni demanda; una política de gestos inútiles que sólo sirve para dar pábulo a las tertulias y entretener al personal. En el delicado momento político en el que estamos, cuando todos los esfuerzos deberían dirigirse a solventar una situación que ya está durando demasiado tiempo, esto es precisamente lo que nos faltaba.

Dice un dicho popular que cuando el diablo no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo, y eso es precisamente lo que está ocurriendo con nuestros políticos, aunque, en este caso, cuando no saben lo que hacer. En este viaje al absurdo en el que parece estar de moda el no herir las sensibilidades del género femenino, evitando referencias que pudieran parecer discriminatorias para el anteriormente llamado sexo débil, y cuyo origen podríamos situarlo en la que fuera ministra de Igualdad, Bibiana Aído, quien, con su conocida facundia, pronunció en el Congreso la palabra miembra, demostrando un desconocimiento de la lengua española, impropio de su condición, las situaciones grotescas no han dejado de sucederse. La última ocurrencia salida de la cocina del populista grupo Podemos de capar el nombre de Congreso de los Diputados para dejarlo sólo en Congreso (menos mal que no han propuesto de los Diputados y Diputadas) es toda una declaración de principios de política de altura y de ideas para empezar a resolver los problemas del país. Con estos mimbres, ¿cómo podemos pretender hacer algún cesto? Y, lo que es peor, ¿cómo podemos pretender que alguien, dentro y fuera de nuestras fronteras, nos haga algún caso? A título de ejemplo: ¿alguien se puede imaginar lo que ocurriría si alguna organización política en el Reino Unido propusiera cambiar el nombre de la Cámara de los Comunes por la simple expresión de Cámara? O, ahondando más en el tema, por de los Comunes y las Comunas. ¿Por qué no dedican todos esos esfuerzos en evitar tantas muertes absurdas por una violencia que debería estar ya hace mucho tiempo desterrada? Por favor, por el bien de todos, dejemos de enredar y empecemos a jugar en serio o, de lo contrario, váyanse al lugar del jamás tendrían que haber salido.

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