Vacaciones y ocio en el infierno de Iberia
Con un gigante como Iberia no se puede luchar. Pero he de dejar constancia tras los muchos avatares sufridos y tras sentirme nuevamente indignada, nuevamente maltratada. Éste es mi testimonio. El día 8 de junio del presente año un grupo de medio centenar de personas nos desplazamos a Polonia en un viaje organizado por el Ateneo Jovellanos de Gijón. Al llegar a la capital polaca, Varsovia, nos dicen que el equipaje de todo el grupo se había quedado en el aeropuerto de Asturias, en Ranón, y que aproximadamente llegaría dentro de tres días. Nos lo comunicaron y no podíamos dar crédito. Lógicamente nos dieron un tiempo para realizar las compras más necesarias. Muchos de nosotros teníamos nuestras medicaciones en Asturias, con el trastorno personal y para la salud que eso supone. Al igual que en España, en Polonia no venden los medicamentos sin receta. Seguimos nuestra ruta hasta la localidad de Poznan, a 400 kilómetros, para que pudieran descansar las personas que no necesitaban tomar nada, y las que sí lo necesitábamos nos acercáramos a un servicio de urgencias en un centro de salud, en el cual, por cierto, nos atendieron estupendamente. Huelgo decir aquí que hubo personas con la diabetes alterada, otras con la tensión arterial desajustada, un sinfín de calamidades. Puedo decir aquí que esa noche me acosté a las cinco de la mañana para seguir trayecto al día siguiente (un tique de taxi me costó 12 euros). A este respecto se nos comentó que guardáramos todos los tiques de gasto y que por cada día que transcurriera sin equipaje, nos darían una cantidad en metálico. Esto sucedió un lunes y nuestras maletas fueron entregadas, por fin, cuatro días después, el jueves. Finalizado el viaje empezó otro periplo, el de la reclamación del Ateneo Jovellanos con la agencia de viajes. Se entregaron los tiques y se comenzaron las gestiones. Estamos a finales de octubre y de momento tan sólo cuatro personas de un total de cincuenta han recibido noticias de su dinero. Estas grandes compañías a las que sólo les interesa cobrar se permiten el lujo de jugar con la salud y el bienestar de quien les proporciona riqueza, la riqueza necesaria para que empresas como Iberia puedan seguir funcionando con rentabilidad fuera de la época estival. ¿De qué y sobre todo de quién van a vivir si no es por gente como nosotros? Y en este caso y en pleno siglo XXI, ¿las personas merecen el mismo trato que unas maletas?
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