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A los 12 años del 11M

10 de Marzo del 2016 - Ana Maria Velasco Plaza (Oviedo)

El tren de la impunidad criminal, de la rendición, de la vergüenza de una nación, está cada vez mas cerca de llegar a su maquiavélico destino. Ha sido un largo viaje, que ha durado doce años desde que inició su macabro recorrido, sembrando el terror con el asesinato de ciento noventa y dos personas y con más de mil seiscientos heridos. Aquel sangriento fin de trayectos y vidas fue el comienzo de otro itinerario en el que sus conductores validaron muy pronto sus planes, comprobando cómo el terror y la mentira pueden someter a un pueblo.

Durante este largo recorrido se han eliminado todas las barreras y señales que pudieran frenar su marcha, se han realizado todos los cambios de vía necesarios para que su dirección de avance fuera la establecida, y se han designado jefes de estación que permitieran su paso priorizado por los diversos enclaves previstos. Y así, este tren de la ignominia, robustamente blindado por todos los partidos políticos- paradójicamente incluido, y de manera especial, el que sufrió, desde el principio y de forma directa, su brutal arrancada -, por la mayoría de los medios de comunicación, por el lado oscuro de las fuerzas de seguridad, por una justicia dependiente del poder y por gran parte de los ciudadanos- unos por convicciones ideológicas, otros por ignorancia y la mayoría por dejadez -, avanza inexorablemente hacia el tiempo nuevo que algunos profetas mediáticos anunciaron arteramente, recién cometida la masacre, con el orgullo, la prepotencia y el aterrador cinismo de quien mucho sabe.

En un principio algunos confiamos en que los artífices intelectuales y logísticos de esta canallada lo pagarían con una justicia digna de una nación moderna que mereciera tal nombre. Pero no fue así, y partiendo de una vergonzosa instrucción del caso, llena de mentiras, contradicciones, pruebas falsas y desaparición de las verdaderas, falsificaciones documentales y todo tipo de increíbles patrañas, se culminó con un juicio digno de los anales de la injusticia mas flagrante, incluidos los falsos testimonios para cuyos autores el juez Bermúdez,-para el que la plebe no estábamos preparados para conocer la verdad del atentado- anunció el caminito de Jerez , caminito que, por supuesto, el tiempo ha borrado. Y con estos mimbres, con las pruebas necesarias borradas, llegó la inusitada sentencia sobre la autoría de la meticulosa planificación del atentado, atribuida a supuestos integrantes de supuestas organizaciones terroristas islamistas que clamaban justa venganza por la más virtual que real participación española en la guerra de Irak, siguiendo la proclama de la izquierda radical. Como autores materiales, se dicto condena máxima a quienes las falsedades de las pruebas habían apuntado (ya que, la autoría de los presuntamente autoinmolados en Leganés no quedo demostrada pese al esforzado y rocambolesco empeño puesto en ello).

Hace unos días, y en LNE, uno de estos condenados pedía perdón a las víctimas del atentado y a sus familiares, a la vez que declaraba asumir sus responsabilidades aunque muchos otros no las han asumido aún sabiendo la Administración de Justicia quiénes son. Si de verdad este individuo asume sus responsabilidades y lo considera un deber moral, debería extender su perdón a todos los españoles, por sumarse consciente o inconscientemente a la gran farsa que aún pretenden hacernos tragar, y si desea responder con la verdad a todas las preguntas para las que no se tiene contestación dijera todo lo que sabe del atentado. Esa es la deuda, eso es lo mejor que podría hacer por las víctimas directas de la masacre y por todos los ciudadanos que estamos pagando y vamos a pagar sus consecuencias. Pero el precio de esta tardía pero noble actitud podría ser muy alto, ya que, al salirse del guión, se expondría a no alcanzar jamás su deseado tercer grado por comportamiento ejemplar, -a pesar de que estamos hartos de ver como salen de las cárceles asesinos y secuestradores terroristas- ; o quizás a algo peor, razón por la que afirma se encuentra libre entre rejas y que todo esto le queda muy grande.

A estas alturas del viaje, es mínima la confianza en que alguien se atreva y pueda parar este tren que, cargado de mártires e ignominia, conduce a la Estación Términus de una nación fallida, carente de autoestima y convicciones morales y éticas

Que Dios tenga en su gloria a los que pagaron con sus vidas este viaje, otorgue el consuelo a sus familiares, reconforte a todos los que sufren las secuelas físicas y psicológicas derivadas del atentado, y se apiade de esta nación, evitando que este maléfico tren llegue a su destino.

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