Iniciativas sin excesiva imaginación
Entre las muchas iniciativas de la lucha a favor de la igualdad entre mujeres y hombres, comprobamos que el Ayuntamiento de Valencia ha instalado recientemente nuevos semáforos paritarios en los que aparecen con luz un hombre (con pantalones) y una mujer (con falda). Asimismo, se ha solicitado que el Congreso de los Diputados deje de llamarse así y pase a ser denominado "de los Diputados y las Diputadas". Ítem más, el Ayuntamiento de Barcelona ha cambiado un homenaje a las mujeres maltratadas por un "hembranaje", para no humillarlas más por el uso de un sustantivo ("homenaje") que contiene la raíz léxica de "hombre". Y, por último, varios grupos políticos han pedido normalizar el lenguaje usado en el Congreso, para que todas las intervenciones de los diputados incluyan el desdoblamiento léxico por género gramatical: de todos conocido, esa extenuante repetición de "españoles y españolas", "amigos y amigas", "ciudadanos y ciudadanas" que destruye la belleza del lenguaje y que, además, atenta contra la ley de concisión lingüística que nos aconseja economizar vocablos en vez de duplicarlos.
Contra todo lo que pueda parecer, estas ideas tienen muchos seguidores que las ven como proyectos imprescindibles para no discriminar a las mujeres y para conseguir que ocupen el papel que todavía hoy se les niega. Pero estas iniciativas parecen más bien una tomadura de pelo. Nada vamos a cambiar con los semáforos paritarios, ni tampoco ampliando el nombre del Congreso. Todo es mera cosmética y sólo palabrería, una afición muy arraigada entre nosotros porque es barata y simplona y nos hace creer que con un leve cambio superficial ya queda todo resuelto.
No, porque la verdadera igualdad de género muy poco tiene que ver con eso. Sí tiene que ver, en cambio, con los horarios laborales y con los horarios de las guarderías (y más aún con su gratuidad). Tiene que ver con los salarios reales que se pagan a las mujeres, mucho más bajos que los que se abonan a los hombres. Y tiene que ver con todas las causas reales que hacen que la vida de las mujeres sea mucho más difícil que la de los hombres. Así de simple.
Y si no se cambian las cosas importantes, de nada sirve que pongan semáforos paritarios o que retoquen el letrero de las Cortes generales.
Por favor, señores políticos, un poquito más de sentido común.
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