A tenor del uso del bable y demás
El derecho de las minorías es tal, que aun cuando uno sólo de los ciudadanos opine distinto a la mayoría, su opinión debe ser tenida en cuenta siempre.
Pero uno es el derecho al disenso y otro que las minorías diferentes impongan su criterio sobre la totalidad. Y esto es lo que está pasando en la actualidad: que las minorías, resultado tanto de las urnas cuando ocurre, o por sus comportamientos claramente distintos del uso y las costumbres de la sociedad, forjada ésta a través de los tiempos, en una clara armonía con la ley natural, la biología y genética, y también, cómo no, en sus tradiciones y costumbres, están intentando por todos los medios, muchas veces hasta coercitivos, que las costumbres cambien, que la genética no se tenga en consideración y que la ley natural sea un invento sin ninguna base científica, a la que se puede desafiar siempre y cuando lo deseemos.
Pues ninguno de esos propósitos es posible sin alterar el ser, su esencia, el medio donde se desenvuelve y la convivencia.
Tomando como ejemplo las costumbres y la tradición (dos valores en lo que también se fundamenta el derecho), la decisión de una minoría en Asturias de pretender la uniformidad del lenguaje y hacerlo cogiendo de aquí y de allá, para al final meterlo todo en una probeta de la cual acaba extrayéndose una forma de hablar que es totalmente ajena a la mayoría de los asturianos, no deja de ser una manera de desnaturalizar Asturias, pues, se quiera o no, aún gozamos de una diversidad de expresiones por las que sabemos diferenciar quiénes son del Oriente, del Occidente, del Pajares o del Cabo Peñas. Además, a quien es de Asturias se le reconoce sin falta de ningún otro lenguaje nada más que traspasamos el Pajares.
Por tanto, el acuerdo del Parlamento asturiano que al parecer cambiará o modificará el nombre de las calles por decreto no deja de ser un paso más hacia la teoría de la confusión, y a más relativismo de todo aquello ya superado por la sociedad, del que sólo quedan algunos vestigios dentro del derecho inalienable que tiene la persona de vivir tal y cómo piensa. Pero lo que no se puede hacer es pretender que los demás pensemos como ellos viven o se expresen.
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