Pan y circo
Parece que la política, como actividad de tintes valleinclanescos, se ha convertido en un recurrente entretenimiento de las saturadas gentes. Un día se aparece enfundado en un desastrado esmoquin que sienta como un tiro. Otro, se orquestan imágenes de falsa conciliación maternofilial o de besos de tornillo entre barbudos. Incluso se habla de “presos políticos”. Nos estamos haciendo a la carencia total de verdaderos estadistas del bien común, a un Babel confuso de circos seudoradicales, "talk shows" y culebrones judiciales constantes de puertas giratorias y operaciones anticorrupción que desatan todas las alarmas. El margen de maniobra de nuestro vigente Estado nación es muy estrecho: legislar en caliente basándose en mediáticos acontecimientos de la Sexta, exacerbamientos de luchas de género, “igualdad”, postureos guays, grandes ideales arrumbados de una Europa de cartón piedra, transponiendo mandatos de troikas y fijando agendas que dan votos cautivos, producto de cantos de sirena y demagogias, también de mercadotecnia. Pero, ¿cómo conjugar el futuro del insostenible Estado de bienestar con el billón de euros que adeudamos y con el secesionismo desleal y empobrecedor para el conjunto? ¿Cómo contar la verdad del invierno demográfico y el envejecimiento imparable de la pirámide poblacional? La realidad innegable de España, proyecto de todos sin exclusiones, es la de la debilidad, la presión por competir a la baja en materia de condiciones laborales y salariales; el auge de populismos de hybris o soberbia desmedida, así como el desvelamiento de partitocracias de comisión ilegal y prácticas mafiosas, con castigo para los más débiles socialmente. Vivimos, en suma, la decadencia peligrosa del modelo democrático liberal representativo, con clases medias en más que creciente mengua y palpable desorientación de rumbo. Es la confirmación de que el sistema económico prevalece de forma absolutista sobre lo político italianizado, incluso las cosas vendrían a ser lo mismo con el piloto automático puesto "sine die". Más creo en los milagros, en Fellini y en una Españita convertida en jaula de grillos, donde debería primar la dignidad humana y los consensos.
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