Calle Julián Duro ("calle la mierda")
Echando la vista atrás, recuerdo esta Felguera con una inmensa alegría, sus calles, su parque, "la calle la mierda", en la que trabajaba aquel zapatero que siempre nos hablaba con el cigarrillo de liar en los labios, con su trato amable y alegre, al lado la churrería, y también el Isolina y les Cazurrines. Era una calle repleta de lugares, chigres, tiendas, como Casa Pacita, y un famoso estanco, el estanco de la ventana, el cine Covadonga, donde por primera vez pude ver una película de cine. A las doce del mediodía sonaban las sirenas de la fábrica y de muchos talleres para que sus trabajadores saliesen a comer..., no os lo podéis imaginar, diez, veinte, cincuenta, cien, doscientos trabajadores, no sé. Sus nombres, José, Manuel, Antonio, Andrés, no podría decir cuántos trabajadores cruzaban por donde pasaban las vías del tren de FEVE, con sus asientos de tablilla de madera, para poder ir a comer. Pasaban hablando, riendo. Se les veía cansados, pero con mucha ilusión.
Yo, de la mano de mi padre, le preguntaba: "Papá, ¿por qué van tan apresurados?". Todos con sus fundas azules, con letras bordadas rojas, como DF o los que traían ENS, que también cruzaban por allí, y otros muchos, con sus ropas sucias y manchadas por el trabajo. Y mi padre me decía: "Tienen que comer rápido para volver a su puesto de trabajo", pues aún no habían acabado la jornada laboral diaria. Al llegar el día de San Pedro, patrono de La Felguera, a las doce de la mañana, había tracas de petardos y montones de voladores, y al mismo tiempo sonaban todas las sirenas de todas las fábricas y todos los talleres. Esta calle era imposible transitar por ella de la gente que había. Se te ponía la piel de gallina. Hoy esta calle es una de las calles más concurridas y con más ambiente de la ciudad, llena de sidrerías, como Casa Arca, la sidrería Asturias, cervecerías como el Tom Mallory, o vinacotecas como La Corrá, excelente por su atención, y, cómo no, aún tenemos el estanco, que ya no es el de la ventana, pero su atención sigue siendo excepcional.
Bonita calle, bonitos recuerdos, calle por la que ellos pasaban, pensamientos e ilusiones de muchas personas, y por la que yo nunca comprendí el apodo que hoy en día sigue teniendo, "la calle la mierda". Yo la llamaría calle de la ilusión, pues por esa calle se fraguaron muchas de las ilusiones que hoy ya son una realidad para todos nosotros en esta nuestra querida Felguera.
Gracias, padre, donde quiera que estés, por enseñarme y explicarme cosas tan bonitas como las de esta calle.
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