Nuevas elecciones, ¿por qué no?
Habida cuenta de la compleja situación política que estamos viviendo actualmente, repetir las elecciones, no nos engañemos, no sería un drama. Ni siquiera el fracaso del que algunos nos quieren convencer. Creemos que, antes de forzar coaliciones con programas dispares, lo más sensato sería volver a preguntar a los españoles, votantes que ahora conocen mejor quiénes son los recién llegados y cuáles son las carencias y sombras de los veteranos: PP y PSOE.
Antes del 20-D, Podemos iba por los platós proclamando que su razón de ser en la política era su programa social. Actualmente ya se sabe que no se les había interpretado correctamente. La prioridad de Pablo Iglesias Turrión es el poder. Varios ministerios y una vicepresidencia del Gobierno. Y no ministerios de poca enjundia, no. Las palancas políticas para "asaltar los cielos".
Sí, están en su derecho a pedir la luna, pero han quedado retratados. Por ello, el ciudadano elector ya sabe a qué atenerse.
Si hubiere lugar a una segunda votación, todo estaría más claro para todos. Otro tanto sucede con el resto de los partidos nacionales. Del Partido Popular se sabe que Mariano Rajoy, que gobernó durante cuatro años con mayoría absoluta en el Congreso, el Senado, las diputaciones y gran número de ayuntamientos del país, no hizo reformas y ahora manifiesta estar dispuesto a realizar unas cuantas, incluso algunas que podrían afectar a la mismísima Constitución.
Tómese nota también de la actitud de Pedro Sánchez, a quien no se le puede negar cierta valentía de encarar una investidura sin respaldo aritmético suficiente, pero de quien ha quedado bien patente su falta de flexibilidad y cerrazón en el momento de rechazar cualquier aproximación al PP, partido que cuenta con el respaldo de más de siete millones de electores a los que no se les puede hacer responsables de las prácticas corruptas de algunos de sus dirigentes.
Igualmente, el personal ha visto cómo actúa Ciudadanos, cuáles son las virtudes y contradicciones de su líder, Albert Rivera. Nadie le negará el esfuerzo realizado para tender puentes, pero es posible que su pacto con el PSOE haya decepcionado a una buena parte de sus electores. Es, no obstante, una presunción que únicamente podría despejar la vuelta a las urnas.
Por estas y otras muy diversas razones, como pueden ser estar seis meses sin Gobierno, evitar el espectáculo de reuniones inútiles y, especialmente, la degradación del discurso político en los platós de ciertas televisiones, tengo, pues, para mí que unas segundas elecciones sí serían un gasto a realizar, pero nunca un drama importante. Más bien, resultaría una fuente de luz para algunos líderes.
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