Yo no me resigno

15 de Marzo del 2016 - Isabel Carrio Montes (Gijon)

Cuán difícil resulta hacerse autocrítica y ser honrado incluso con uno mismo. Cómo podemos exigir a los demás lo que ni siquiera somos capaces de ofrecer nosotros mismos. Cuánta falsedad cuando se trata de defender los intereses propios, por más que la verdad sea tan clara como el alba. Resulta muy curioso sentarse, observar y verificar cómo el tiempo, ese gran médico y maestro, pone cada cosa en su sitio y, con la ayuda de algún cerebro que aún no ha perdido la ecuanimidad, encauza una realidad distorsionada por poderes invisibles y que incluso parecen omnipotentes. Hasta hace muy poquito, la figura del intocable se vivía como una inevitabilidad, el principal monumento de una sociedad individualista y dividida, creadora de monstruos inhumanos repletos de ambición y despotismo.

Hace pocos días fue hecha pública una sentencia del Tribunal Supremo acerca de las irregularidades cometidas en la oposición de acceso a plazas de médicos especialistas en medicina interna en Asturias convocada en 2008. En ella se falla que existió un flujo de información privilegiada entre el presidente del tribunal calificador y algunos opositores, lo que obliga a repetir uno de los ejercicios.

Como siempre ocurre, la estulticia de unos pocos crea una onda expansiva que daña a muchos. Aquellos que se vieron injustamente privados de la igualdad de oportunidades para acceder a una plaza han conseguido por fin ver reconocidos sus derechos, aunque, lamentablemente, habrá personas que con todo mérito y esfuerzo hayan aprobado la oposición y se verán abocados a un nuevo examen. Me reconforta el alma y casi lloro de alegría leyendo esta frase de la sentencia: "La debida observancia del principio constitucional de acceso a la función pública impone vigilar con un especial rigor (…) cada procedimiento selectivo…" y concluye particularizando en el caso, con la implicación del presidente del tribunal calificador. Hablando en plata, no puede alguien proponer un examen cuyo contenido ha facilitado previamente a algunos examinandos y luego disculparse. No sólo es inmoral y falta a la ética, es ilegal.

No entiendo en absoluto las voces de algunos que se levantan enmendándole la plana al Tribunal Supremo y defendiendo la, según ellos, justicia del proceso. Si, como creo, sacaron excelsas calificaciones en el examen y, como claman, ello fue debido únicamente a sus méritos y su estudio, no deben tener ningún miedo a enfrentarse a los demás en igualdad de condiciones. Si ya obtuvieron un diez en aquella ocasión, volverán a repetir la hazaña y conseguirán no otra, sino veinte veces el inalcanzable diez, esa nota que está vetada para mí y otros mindundis como yo. Y si argumentan que tras estos años ya les cambió la vida y sus condiciones, también los que no lograron la plaza habiéndola merecido tuvieron que vivir con la injusticia y con otras condiciones diferentes a las previstas. Todos son víctimas, la culpa no es del Tribunal Supremo, y mucho menos de los que reclaman sus derechos. ¿Por qué no dejan de buscar culpables y leen la sentencia, que dice bien claro quién es el responsable de su desgracia? Es de la calaña de quien declaró que "una OPE es demasiado importante para dejarla en manos del azar". Esto es lo que acaba ocurriendo cuando alguien se cree intocable. Él es quien pone orden, es el dios que combate el caos. Al mérito lo llama azar. Pues yo a su escala de valores la llamo una mierda y me quedo tan tranquila.

A mí no me avergüenza en absoluto declarar a los cuatro vientos que soy una médica internista que cayó en el primer ejercicio de la oposición. La demanda la iniciamos cuatro personas, aunque el clamor de fondo de muchos compañeros era el mismo, pero ningún otro quiso dar la cara. Se plantearon recursos, el primero ante la Administración, desestimado, y, posteriormente, en la vía contencioso-administrativa, el tribunal de primera instancia se inhibió y trasladó el caso al Tribunal Superior de Justicia de Asturias, que lo desestimó de nuevo, aunque reconocía parcialmente los hechos. Tres negaciones, como San Pedro. En este punto, el recurso al Tribunal Supremo era una aventura compleja jurídicamente e implicaba un coste económico y personal que ni yo ni otro compañero pudimos asumir, pero afortunadamente quedaron otros dos en las trincheras que no se rindieron y siguieron avanzando por sus derechos. Sólo dos, de todos los que conocíamos la verdad de lo ocurrido en aquella gran farsa. La OPE de 2008 generó una enorme cantidad de litigios, y varias especialidades más acabaron en el Supremo. Lo que se ha logrado probar son migajas, puntas de iceberg, pero de un valor incalculable para avanzar hacia un mundo un poco menos injusto.

Hoy me alegro mucho de que se haga justicia. Una vez más, queda claro que no tenemos lo que merecemos, sino lo que permitimos. Hace ya tiempo que decidí no resignarme y no callarme jamás frente a la injusticia. Esto no sirve más que para reafirmarme en lo que ahora quiero que sea mi vida. Quiero poder enorgullecerme de mí misma y jamás tener miedo a reconocer públicamente que puedo equivocarme, pero que nunca más volveré a quedar en el camino por la lucha de la verdad y la justicia. Y ahora sólo me resta daros muchos ánimos a los que justamente conseguisteis una plaza en aquella OPE que vosotros sabíais totalmente amañada y que, por la inmoralidad de quien se suponía os juzgaría con imparcialidad, os veis obligados a repetir.

Tampoco quiero que, en medio de esta defensa de lo indefendible que llevan a cabo algunos, acabe culpándose a algún inocente. Estoy pensado en quien de forma noble y generosa facilitó los casos clínicos a todos los compañeros que así lo desearon, creyendo que era parte de un entrenamiento previo al segundo examen. Con su desprendimiento carente de maldad ayudó de forma involuntaria al destape de la trama. Actitud contraria a la de otros que, disponiendo de ellos, se negaron a proporcionarlos. Si alguien se siente aludido, será por algo. Aunque peque de pesada, repito que los verdaderos culpables de la repetición del examen tienen nombres y apellidos, y a ellos se debe exigir todas y cada una de las responsabilidades, incluyendo los resarcimientos debidos a los que han sido inocentemente perjudicados.

Y que sirva de aviso para todos, incluyendo la Administración y los próximos tribunales calificadores. Estos hechos no pueden volver a ocurrir. Nunca más. Estaremos vigilantes. No nos resignaremos ante los intocables. Y yo… no me resigno.

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