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La carretera de La Pará

10 de Abril del 2016 - Alejandro González Lada (Urbiés)

A finales de los noventa se construye la carretera que daba acceso a las fincas del valle de Llorero y caseríos del Subiduriu y La Pará. Era una obra reclamada ya desde años atrás, y en la construcción de la misma intervino el Ayuntamiento de Mieres y, por supuesto, los propietarios de fincas y casas de la zona, llegando a pagar parte de la obra. Una vez finalizada, el mantenimiento de la misma (limpieza de cunetas, desbroce, etcétera) siempre se llevó a cabo mediante sextaferia, en la que únicamente colaboraba una de las familias implicadas en la obra. Año tras año, sin apoyo de vecinos o propietarios de fincas de la zona, realizaron el mantenimiento sin ningún tipo de ayuda material o económica. Siempre les oí decir que si no se realizaba ese mantenimiento necesario, el riesgo de que la madera y la tierra atrancaran las tajeas era un peligro, porque la pendiente es acusada en algunos tramos y el atasco podría desembocar en argayos y cortes de la carretera.

El pasado año avisaron de que no era necesario que realizaran la limpieza de la carretera, que el Ayuntamiento enviaría una cuadrilla para realizarla. Lo que ocurrió es que nunca llegó esa cuadrilla. Como consecuencia de la falta de mantenimiento, un argayu importante amenaza con cortar definitivamente la carretera, y, a unos metros de éste, una obra (por llamarlo de alguna manera) que se hizo unos metros más abajo a causa de otro argayu, consistente en levantar una escollera rellenando el hueco con estériles, resulta que se hizo con tierra vegetal y se rellenó sólo en su parte visible con grijo. El caso es que las precipitaciones que cayeron se encargaron de diluir esta tierra, volviendo a hundirse el piso de la carretera, que ahora mismo tendrá una anchura inferior al metro setenta, haciendo imposible la circulación de vehículos de tamaño estándar.

Cuando veo que administraciones como las de Madrid y Valencia dilapidaron decenas de millones en obras ridículas que no repercutieron en el beneficio común y veo que una infraestructura necesaria, ansiada y cuyo coste y trabajo compartieron los usuarios, siento un hastío, una impotencia y una rabia de la que deberían ser copartícipes todos aquellos que tenemos que pagar impuestos, para que lo que debería redundar en una mejor calidad de vida de las personas (en especial del mundo rural) degenere en un sistema corrupto, de aprovechados que para nada les interesa el bien común y sí su propio beneficio.

Volviendo al tema que nos atañe, y dejando de lado desfalcos de mayor envergadura, me pregunto: una vez que se avisa al Ayuntamiento, se hace conocer el grave riesgo que corren quienes tienen que acceder por esa carretera a las casas o las fincas, ¿qué tiene que ocurrir para que se preste atención y se ejecuten las obras necesarias en condiciones?, ¿estamos esperando a que se produzca un accidente y empecemos a lamentar la pérdida de una vida por ese estado de desahucio que sufren los pueblos? Si una persona se pone enferma y la ambulancia no puede acceder al lugar, ¿qué cara se les quedaría a los responsables del Ayuntamiento si tuviera consecuencias fatales? No entiendo tanta desidia hacia la gente que vive en los pueblos. En tiempos de elecciones, dependiendo de la zona, siempre salen las fotos típicas con los ganaderos, con los agricultores, arengando a unos y otros, afirmando con ahínco la necesidad de mantener el nivel de vida de los habitantes de la población rural, para posteriormente desentenderse de todas las promesas. Sinceramente, que se deje en manos del Ayuntamiento un solo año el mantenimiento de esa carretera y que ahora presente el estado que relega su categoría a camino sin empedrar deja mucho que desear sobre la sensibilidad de una Administración hacia quien trabajó, veló y mantuvo una obra que costó dinero al erario público y al privado, pero que, a la vista está, sólo le duele a quien la necesita, la solicitó y colaboró en su construcción.

Les recuerdo que lo único que los responsables del Ayuntamiento hicieron desde que se les dio conocimiento de lo sucedido fue poner una cinta atada a unos palos de ablanar, marcando el lateral en la zona donde se produjo el último argayu, cosa totalmente ridícula, puesto que, metros atrás, más de la mitad de la calzada desapareció y cualquier incauto desconocedor de la carretera (montañeros, cazadores, etcétera suelen usarla para acceder al espacio protegido de las Cuencas) podría sufrir un accidente.

Esperemos que no suceda nada. Esperemos que esto quede en incidencia sin más y se pongan manos a la obra y adecenten de una vez esa infraestructura necesaria, porque, de ocurrir algo, dado que están avisados y que las personas que viven ahí necesitan esa carretera, la responsabilidad recaería por completo en su Administración.

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