Que finalice esta larga siesta
En España siempre ha sido la siesta, junto con los toros, el flamenco, la paella y la sangría, uno de nuestros rasgos definitorios en la geografía tópica internacional, y no digo nada ahora, después del espectáculo político que actualmente le estamos ofreciendo al mundo.
Y es que no es otra cosa sino una larga siesta lo que estamos echando en este país nuestro. Una siesta de aquellas de Camilo José Cela, de pijama y orinal. Porque hay quien ha decidido dormirnos del todo para que él pueda soñar a gusto y, si no fuera por lo severo del asunto, la cosa sería para llenar la bacinilla y no echar gota.
Aunque parezca un disparate, hay quien no considera irresponsable sestear mientras la crisis continúa dando coletazos, la economía sigue sin ajustarse del todo y el resto del mundo va perdiendo confianza en nosotros. Ahí tenemos a Pedro Sánchez, sin ir más lejos, que ha pensado que su apetencia por ser presidente bien vale paralizarlo todo durante unos meses. Que paren máquinas, que me voy a echar un sueñecito, ha venido a decir. Y, con la misma, nos ha metido a todos en un jardín del que a ver cómo salimos.
Por favor, que alguien lo despierte, que va a llegar la hora de la cena y aún nos tiene con el sopor de después de la comida. Empezó tonteando con unos, luego se arrimó a otros con un flechazo tan fuerte que hasta montó un bodorrio con menos recorrido, eso sí, que los de "Casados a primera vista". Y así ha seguido soñando con su "yo puedo, yo puedo".
Y todo porque Rajoy le cae mal. Y no le culpo, pues sólo a Mariano se le ocurre ganarle las elecciones. Y eso resulta muy duro para un hombre tan ensoberbecido con su afán de ser presidente del Gobierno que sigue creyéndoselo incluso después del bofetón histórico que le dieron las urnas. Incluso tras dos derrotas seguidas en el Congreso de los Diputados.
No, no hay forma de despertarlo. Tiene que estar muy dormido para pensar que lo natural es que gobierne un perdedor uniéndose a otros perdedores que nada tienen que ver con él. Que lo prioritario son las etiquetas ("cambio", "izquierda") y para ello se alíe con un partido al que siempre ha considerado de derechas. Que, tras marcar como línea roja la unidad de España, pida el apoyo de los independentistas y nacionalistas, aunque algunos sean más diestros que zurdos.
Muy traspuesto tiene que estar para creer que su partido tiene menos puntos de encuentro con el PP que con una fuerza admiradora de regímenes como el de Maduro o el iraní, y que anima a sus fieles a prepararse para tomar las armas.
Sí, que alguien lo despierte. Que alguien le diga que no puede subestimar a quien ganó las elecciones. Que alguien lo convenza de que lo razonable no es buscar etiquetas, sino poner a andar el país.
Bueno, por ello sencillamente pedimos que apure la siesta de una vez.
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