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El cordón de mi corpiño

21 de Marzo del 2016 - Constantino Díaz Fernández (Oviedo)

Valga el título de la conocida canción, popularizada en los años cincuenta por la actriz y cupletista Antoñita Moreno, para escenificar las actuaciones del Secretario General del PSOE, señor Sánchez, en su particular Vía Crucis para intentar conseguir de sus posibles colaboradores el apoyo necesario para alcanzar la presidencia del Gobierno, ofreciendo, en su desesperado intento, precisamente lo que no puede dar: aquello que no está, ni posiblemente estará en el escenario de unos nuevos comicios, a su alcance. Dado que al fallido aspirante a la Investidura no le falta audacia ni ambición, cosas ambas sobradamente contrastadas, y presuponiendo que no sea tan iluso al extremo de no saber lo que hace, tenemos que concluir en que su auténtica pretensión no es otra que la de adelantarse a todos sus contrincantes en el inicio de la precampaña para las más que probables elecciones del próximo 26J.

Es un hecho palpable que la carrera del señor Sánchez para intentar el asalto a La Moncloa se le está poniendo cada vez más cuesta arriba, como también lo es el que cada vez está más decidido a saltarse cuantas barreras se le pongan por delante para conseguirlo. Su reciente reunión con el actual presidente catalán, Carles Puigdemont, separatista convicto y confeso, a quien no le vale ninguna solución que no conduzca a la independencia de Cataluña, está, sin duda, enmarcada en ese objetivo, aunque, naturalmente, su momento cumbre lo protagonizó con la visita a Bruselas para asistir a una reunión de líderes socialistas europeos, entre los que se encontraba, como no, el primer ministro griego, Alexis Tsipras; aquel a quien Coleta Morada tanto admira y a quien le dedicó una de sus frases más célebres: Aguanta Alexis que ya llegamos. Para sacarle partido a este viaje no solo se ha contentado con las fotografías de rigor, sino que cometió la desmedida torpeza de pedirle al mandatario griego su intercesión para que Podemos le facilite su investidura, o sea: que convenciera a Pablo Iglesias para que le abra la puerta de la Moncloa, asunto que, haciendo gala del sentido común que le falta a Sánchez, Tsipras declinó tajantemente. No se puede hacer más el ridículo, ni se pueden dar más señales de escasa preparación y falta de madurez política, que llegar al extremo de pedir a un mandatario extranjero su intervención para un tema que supone una flagrante injerencia en los asuntos internos de nuestro país. Puestas así las cosas ya no sería extraño que se le ocurriera acudir a la República Bolivariana de Maduro, o a la Islámica Iraní de Rouhani, a suplicar lo propio. Por todo lo anterior, creo que, amén de otras consideraciones, el señor Sánchez no sólo se ha ganado a pulso el sobrenombre de El suplicante, sino también su descalificación, de facto, como aspirante al gobierno de España.

Veleidades aparte, lo preocupante es que, a la postre, si el sentido común no viene a tomar posesión en todo este asunto, acabemos en un Gobierno controlado por Podemos, una organización política populista sectaria y radical, confusa y difusa, con un elevado potencial de riesgo para los interés nacionales, a quien Sánchez estaría dispuesto a entregar el cordón, ya no sólo de su corpiño, sino el de todos los españoles. No es que ello fuera a representar el fin del mundo, pero sí que sería el peor de los escenarios posibles al que nos podríamos enfrentar.

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