Me produce desazón el retraso de un Gobierno estable
Desabrimiento, insipidez, malestar, disgusto, pesadumbre, inquietud causados por el retraso en el tiempo de encontrar solución a un bien común, un Gobierno estable para España y los españoles, que en estos momentos nos encontramos en una situación delicada. No soy politólogo ni nada de eso, pero lo que nos ofrecen diariamente los distintos medios de comunicación y vemos en esas tertulias en TV noche y día me produce desazón y tengo la impresión de que también al conjunto de los ciudadanos españoles sufridores de este trimestre de legislatura en precario, sin consensos visibles, nos está siendo una pérdida de tiempo, que si para algo sirvió fue para que pudiéramos ver el plumero de aquellos que sólo les preocupa su agenda y nada la de los ciudadanos, y en los que en el camino de esa lucha frenética por el poder se van cayendo caretas. Líderes incapaces en este largo período de tiempo de desbloquear la situación creada tras el 20-D y que ahora, finalizado el “show” de la investidura del aspirante Pedro Sánchez, el heroico resultado, heroico por aquello de culminar sus hábitos, nos llevará hasta la convocatoria de unas nuevas elecciones para el 26 de junio que costarán a las arcas públicas unos 160 millones de euros, todo por no dar cumplimiento al mensaje dejado por la ciudadanía en las urnas, que expresó el deseo de una mayoría de españoles que ahora no se sienten representados por una formación a la que han dispensado su voto.
La parálisis institucional que sufrimos, en contra de la tesis general, resulta esclarecedora. Tanto es así, que creo que debería instaurarse como obligatoria para seleccionar y exigir a quienes quisieran servir a la sociedad desde la política y evitar a un fanático de cualquier partido, como el líder socialista al que el Rey le facultó para formar Gobierno, el candidato Pedro Sánchez, al que no se le exigen unos modales exquisitos, pero tampoco es obligatorio un comportamiento incívico y tosco. Sánchez batió su propio récord de zafiedad agravando y al mismo tiempo superando su marca de memez, negándose al diálogo con el PP, partido más votado, que ni siquiera le recordó los casos de corrupción de los ERE ni los cursos de formación, demostrando una falta absoluta de respeto y consideración hacia nuestros legítimos derechos de los ciudadanos votantes, ignorándonos repetidamente como si fuésemos tontos y no pintásemos nada. Después de 40 años de nuestra democracia, los que quieren gobernarnos ahora, visto lo visto, da la impresión de que no quieren esta palabra ni que el pueblo disfrute de ella. La democracia y la educación persiguen lo mismo, áreas de encuentro, en lugar de negación y humillación del otro. Diálogo, señor Sánchez. Abandonemos urgentemente “Gran Hermano”, no nos merecemos esto. Uno de los pecados capitales, el de la envidia, era el que mejor nos definía como personas; la codicia y la soberbia de creerse impune lo sobrepasan con creces. Sería bueno dejar de apuntar con el dedo a la derecha y hacer examen de conciencia como sociedad; utilizar la corrupción como munición, en lugar de limpiar los propios pies; señalar la basura ajena sin limpiar la propia. Los españoles estamos en que tiene que haber una regeneración de la política, pero no destruyendo lo mucho de bueno que tenemos. Hay un puñado de gente imperfecta, pero también hay otros preocupados en cómo hacer más y mejor hasta donde puedan. Parece que al socialista Pedro Sánchez le falta un dato muy importante: el PP, salpicado de corrupción, ganador de las pasadas elecciones y que, según los sondeos realizados, volvería a ganar también las próximas. Lo que quiere decir que los votantes no son tontos y saben que vale más lo malo conocido que lo malo por conocer, y por eso otorgan el voto a la presidencia del Gobierno a un ciudadano que no es uno más en la lista del período democrático: es quien ha sacado a España de la crisis económica más grande que ha vivido el mundo, herencia de un nefasto Gobierno socialista.
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