Tres minutos con la realidad
Caben pocas dudas de que, junto a Villa-Lobos, Revueltas, Ginastera, Lecuona y otros, Astor Piazzolla es uno de los compositores más geniales y creativos de Iberoamérica, como lo es Béla Bartók entre los europeos.
Por eso nos alegra que este año la OSPA se haya acordado de incluir en su programa el “Concierto para orquesta” (1943) de Bartók, una de sus obras más populares y asequibles, y que tenga previsto interpretar en breve otra obra popular y sencilla de Piazzolla, sus “Cuatro estaciones porteñas” (1970), que, como “Las cuatro estaciones” de Vivaldi, gusta a todo el mundo. ¡Que la OSPA siga este camino y prodigue la música española e iberoamericana reconocida, a cambio de los prescindibles cuatro estrenos mundiales, nacionales o de encargo de esta temporada!
“Tres minutos con la realidad” (1957) es una de las composiciones breves más valiosas y menos conocidas de Piazzolla, con la que dio sus primeros pasos hacia la modernidad clásica europea. Conociendo bien y admirando la obra de Debussy, Prokofiev, Stravinski y, sobre todo, de Bartók, empezó a usar el recurso estilístico de entremezclar y combinar hábilmente notas, compases y frases rítmicos con otros melódicos.
La referida obra del marplatense debe su nombre, por una parte, a que su duración es de exactamente tres minutos de reloj y, por otra –en ausencia de mejor criterio–, a que asumió “que cualquier aproximación analítica a la 'Música para cuerda percusión y celesta' (1938) de Béla Bartók se queda por detrás de la realidad de dicha obra”, es decir, se queda por detrás de la realidad Bartók.
“Tres minutos con la realidad” se inicia con unos vigorosos ritmos porteños, y sigue con un único calco de las nueve notas matrices del cuarto movimiento de la citada obra de Bártók seguidas por un bellísimo tema melódico, para concluir con nuevos ritmos vigorosos a la manera de Béla.
¿Robo, copia, préstamo, homenaje? Baste decir que sobre la cabecera de la cama de Astor Piazzolla siempre colgó el retrato de Béla Bartók, su ídolo.
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