Vergüenza ajena

5 de Abril del 2016 - María Juana Asunción García Pérez (Oviedo)

Sí, vergüenza ajena es la que siento, y estoy segura de compartir con muchos miles de ovetenses, por todas las descaradas e impresentables maniobras que, desde la Corporación municipal, controlada por un disparatado tripartito, se llevaron a cabo para tratar de deslucir los tradicionales actos religiosos que, con ocasión de la Semana Santa, se vienen celebrando, año tras año, en nuestra ciudad. No sólo se han quedado en eliminar las subvenciones que habitualmente se venían concediendo a las distintas cofradías, negándoles cualquier tipo de ayuda o apoyo que pudiera facilitar su labor, sino que, dando un paso más en su mezquina actitud, han llegado hasta la supresión de los folletos informativos de las procesiones que siempre se encontraron a disposición de los visitantes en las oficinas de turismo. ¿Se puede llegar a mayor miseria? No es fácil, pero, cuando el sectarismo alcanza el cenit de la irracionalidad, se puede esperar cualquier cosa. La confusión de laicismo con anticlericalismo, o sea: la independencia respecto a cualquier organización o confesión religiosa, con la animosidad contra todo lo relacionado con el clero y sus manifestaciones, no es más que una lamentable consecuencia de lo anterior.

Afortunadamente, a pesar de las innumerables trabas que desde la izquierda radical instalada en el Ayuntamiento han puesto para deslucir las tradicionales procesiones, la Semana Santa ovetense ha sido todo un éxito, tanto de organización como de público que, con recogimiento, devoción, seriedad y respeto, según el sentir personal de cada asistente, acompañó, de forma masiva, a todos los pasos. A falta de la escolta que los agentes de la Policía Local siempre habían ofrecido, taxativamente negada por la autoridad municipal, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado: Legión, Regimiento Príncipe, Guardia Civil, etcétera, hasta un grupo de bomberos que, con gran imaginación, han eludido la prohibición del Consistorio, sí han estado presentes, contribuyendo, de forma notable, al esplendor de las celebraciones.

Negar el poder de convocatoria que, para el turismo, tiene la Semana Santa es tan necio como negar la luz del Sol. Sólo algún ignorante funcional, como es el caso del moscón Sánchez Ramos, conocido vividor de la política, con más de 36 años en su haber cobrando del erario público, sin más méritos conocidos que su destreza para conservar su sillón municipal, Corporación, tras Corporación, puede poner en duda esta realidad. Sus declaraciones, publicadas en el diario La Nueva España, en las que manifiesta que lo que llenó los hoteles no fue la fe, sino la Oviedo Cup de fútbol, son tan desproporcionadas que ni siquiera merecen un comentario Qué casualidad, en Gijón, por poner un ejemplo cercano, no se celebró ningún acontecimiento futbolístico y no cabía una aguja en la ciudad. Que este señor esté al frente de la Concejalía de Cultura de Oviedo (que sarcasmo), es una afrenta para todos los ovetenses y deja meridianamente claro la calidad de nuestros gobernantes.

Lo positivo, con lo que nos tenemos que quedar, es que, a pesar de todo, todavía quedan personas que, luchando contra viento y marea, con un encomiable afán de servicio a los demás, sin esperar ningún reconocimiento a cambio, son capaces de paliar los efectos negativos de aquello que determinados inverecundos personajes, ostentando temporalmente algunas parcelas de poder, tratan de destruir. Un fuerte y caluroso aplauso para los primeros junto con la más enérgica reprobación a los segundos. Como arrieros somos, y en el mundo andamos, al final del camino cada uno tendrá su merecido. La sociedad ovetense, que está viviendo todos estos acontecimientos, sin duda sabrá tomar nota y ponderar los hechos para, a su debido tiempo, tomar las decisiones oportunas.

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