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¿Es educativo el deporte extraescolar?

27 de Abril del 2016 - Juan Luis Paz Martínez (Valdecuna-Mieres)

Sobre el descontrol en el control de la formación deportiva en edad escolar, a propósito del libro "El Deporte Escolar en Asturias y su Papel Educativo" presentado en el Club Prensa Asturiana de LNE.

Se levanta el telón: horario extraescolar, alguien mete en un pabellón a unos niños y a unos monitores con deficiente formación pedagógica y los sábados enriquece la receta añadiendo árbitros, un político repartiendo medallas y haciéndose fotos y familias hooligans con alma de entrenador; se baja el telón y se arroja la llave lejos, ¿cómo se titula la película? Deporte Escolar, con sus conocidos espectáculos lamentables, que es al deporte praxis y a la Educación lo que los paraísos fiscales a Hacienda: limbo sin norma educativa, profesional, laboral, sanitaria o incluso tributaria y sin sus consiguientes derechos y deberes. Así que son recurrentes una serie de planteamientos:

¿Garantizan los poderes públicos que aquellos en quienes delegan estas actividades las acometan bajo el imperativo razonablemente educativo de una formación integral? ¿Por qué en el deporte escolar sólo hay un modelo privado y otro seudoconcertado pero ninguno directamente público? ¿Se detecta que, sin una adecuada modulación, los objetivos de los clubes son legítima y eminentemente elitistas, competitivos, de especialización temprana y alejados del fomento de valores educativos? ¿Cuenta esta realidad con la complicidad de la mayoría de las familias? ¿Por qué muchas instalaciones públicas están controladas y ocupadas de facto por clubes, impidiendo habitualmente el acceso para la práctica no federada, recreativa e incluso libre e informal? ¿Es verdad que ciertos clubes coaccionan a los gobernantes cuando temen perder ese control? ¿Hay entidades con supuesta vocación de servicio público operando como empresas encubiertas y, en consecuencia, con ánimo de lucro manejando dineros públicos y cuotas privadas en el dominio de este sector económico y formativo? ¿Es consciente nuestro máximo dirigente deportivo de que las motivaciones motrices de nuestros escolares están cada vez más alejadas de muchos modelos competitivos antipedagógicos y caducos impuestos por las federaciones? ¿Cuántas décadas más esperan las autoridades deportivas asturianas a imitar a comunidades y países de nuestro entorno con planteamientos formativos específicos para escolares y pertinentemente diferenciados del modelo de competición adulta? Y, para rematar, de los técnicos que se encargan de esta actividad extraescolar, ¿cuántos con formación técnica apropiada? ¿Y pedagógica? ¿Cuántos de forma remunerada? ¿Cuántos con contrato? ¿Cuántos con un contrato digno?

Preguntas y hay muchas más, dignas de diálogos de una novela de Mario Puzo y que sólo podemos hacernos en silencio, cuyas respuestas sospechábamos, han sido iluminadas de forma inapelable, abrumadora y preocupante en la valiente y magnífica tesis doctoral de Rolando Díaz, presentada al público en forma de libro. Y dado que el deporte es una oportunidad de que otro ser humano nos ayude a superarnos, y que esto debemos entenderlo integralmente (y estos hechos no sólo no lo garantizan, sino que incluso nos arrojan a un deterioro personal y social) debemos reflexionar y actuar.

En consecuencia, sería deseable que las autoridades en materia de deporte escolar dejasen de mirar a otro lado negligentemente mientras los estremecedores datos nos confirman que aquí seguimos respetando las tradiciones: para sacar a un deportista de nivel (y no siempre dejándolo bien amueblado) hay que resignarse a asumir los daños colaterales de estropear a 99 guajes. En esta línea, recuerdo las palabras de un alto técnico de una de las entidades más poderosas de Asturias y de España, y afín a métodos muy tradicionales: "No vamos a permitir que vengan los pedagogos (sí, con desprecio) a decirnos cómo tenemos que formar a nuestros jóvenes deportistas".

Pues bien, las demoledoras y alarmantes realidades son, entre otras, que no hay legislación o control sobre el deporte escolar y sobre las conductas indeseadas que en su seno y en su nombre se producen; que los clubes encargados de su gestión operan sin regulación (ni laboral, ni económica, ni de cualificación profesional); que los monitores dependientes de dichos clubes carecen de formación pedagógica para fomentar unos valores positivos que erróneamente se atribuyen per se y como intrínsecos al deporte y que, aunque a los guajes les va más lo de jugar por el placer de jugar de forma innata, el clima de los clubes y sus monitores (con un legítimo anhelo de victoria), salpimentado por apasionadas familias, acaba por revertir esas primitivas motivaciones enriquecedoras (con valores positivos que no aparecen si no se fomentan) en perversiones fácilmente constatables cualquier fin de semana en demasiadas canchas deportivas donde haya menores.

Y claro, como en toda generalización estadística, siempre hay quien se siente atacado, y en este caso son los técnicos, los clubes y sus correspondientes federaciones, y el malentendido está servido porque la negligente delegación de funciones de la Administración, en cuanto al mandato constitucional de su artículo 43.3, simplemente ha provocado que toda la presión recaiga sobre los únicos que se encargan tradicionalmente de la formación extraescolar y del control de las instalaciones: los clubes, y es razonable que se sientan injustamente hostigados, pues ahora les sorprenden con una responsabilidad sobrevenida (la educativa) que pudiera incluso colisionar con sus objetivos o al menos lo parece revisando los datos de la tesis de conductas contrarias a un ambiente correcto y pedagógico, por decirlo suavemente y no llamarlo por su nombre: violencia por parte de muchos de los agentes implicados.

Así, y como consecuencia de la verificada ausencia de control por parte de las autoridades educativas (de quienes dependen las deportivas en Asturias), se podría concluir que se da la paradoja de que nadie percibe que se esté haciendo nada incorrecto (recordemos la actitud de muchas familias), porque se sigue haciendo lo que siempre se hizo, con la mejor de las intenciones (que nunca fue educar, al menos explícitamente), y con una disposición ingenua por parte de todos los implicados, pero ello no es motivo para no regular algo que, como indica el estudio, es francamente mejorable e incluso quizá ya se nos está yendo de las manos: hasta que nos explote en las narices, y como arreglar lo que se estropea siempre es más laborioso y difícil que construir, habrá que mostrar una voluntad más firme y menos maquillajes estéticos.

Puede que hace no pocas décadas el romanticismo y voluntarismo fuesen motores suficientes para una sociedad poco ambiciosa y formada en el amplio sentido de las aspiraciones deportivas individuales y sociales para con nuestros menores, pero hoy en día, y máxime cuando los datos muestran una tendencia negativa, deberían ser innegociables la formación adecuada (de unos y hacia otros) y el apuntalamiento decidido en derechos y deberes profesionales y laborales, como exigencias indiscutibles por parte de las administraciones educativa y deportiva. Por no hablar de que los países donde se han implementado estas medidas firmes han convertido su deporte escolar en motores de ciudadanía participativa, inclusiva, cooperativa y sana, y de futura economía real que ha multiplicado exponencialmente su contribución a la satisfacción social en general y a la proyección de su PIB en particular.

Así que, queridas familias, en un deporte en edad escolar que puede y debe ser educativo, y mientras esto siga manga por hombro, o incluso cuando se corrija, quizá no sea tan malo que lleguemos tarde, o incluso no lleguemos, a ver el partido de béisbol de nuestros hijos.

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