¿Qué ocurre cuando se llega a pactos de gobierno?
Lo ocurrido en la Comunidad de Madrid, ante una proposición de Ciudadanos, de favorecer de alguna manera lo que se denomina "viente de alquiler", me ha dado pie para confirmar que los pactos engañan siempre a alguno de los votantes de un programa electoral.
Esto, como digo, ha ocurrido en Madrid, donde el PP no llevaba en su programa la posibilidad de legalizar a quienes alquilan su cuerpo para la maternidad o paternidad de un tercero.
Soy de los que defienden que los únicos pactos posibles, no habiendo mayoría, deben ser aquellos que ratifiquen los ciudadanos. Y si esos acuerdos particulares no pueden ser sometidos a la voluntad democrática de los gobernados, lo mejor y más saludable es devolver la voz al pueblo.
Respondía en un avance de una entrevista que le ha hecho la TPA a un diputado regional del PSOE asturiano, ante la pregunta de lo que iba a ocurrir si no se elige presidente, que sería lo que la mayoría no quiere. Elecciones. Desconozco qué datos o informes maneja el cangués, para referirse a la mayoría, salvo que confunda lo que él desea con la realidad. Y nada parece indicar que no se quiera volver a las urnas. Y si lo de Madrid sirve de ejemplo, con mucha más razón.
A todo lo que estamos llegando a ver, leer y oír desde el 20-D, con el paréntesis de la Semana Santa, es al esfuerzo de los socialistas por alcanzar un acuerdo de mínimos con los ultras de Podemos que no obligue a Ciudadanos y que transversalmente favorezca la elección del señor Sánchez.
No me gustan estos acuerdos sin luz y sin taquígrafos. Tengo un recelo hacia quienes para pactar tienen que renunciar a parte de su programa electoral, en favor del otro u otros, porque siempre conlleva un engaño al votante de cada unos de los partidos firmantes. Ni el PP en Madrid ni el PP en el conjunto de España pueden sacrificar su programa electoral, como ha pretendido Cristina Cifuentes, en favor de una gobernabilidad que al final resulta una claudicación y un fraude a sus electores. Y esta preocupación me lleva de una comunidad autónoma a toda España. Y ante esa duda cada vez más razonable es preferible que devuelvan sus programas y sus intenciones a quienes deben apoyarlos, pues según pasan los días, las semanas y los meses a todos se les está derritiendo la careta de cera, y eso puede ser muy clarificador a la hora de volver a las urnas.
Si alguien tiene el derecho soberano a equivocarse, esos son los españoles. Si alguien tiene que aprobar o denegar los acuerdos y pactos, tras las cortinas, esos siguen siendo los electores de esta tierra llamada España. Todo lo demás, incluido este galimatías al que estamos asistiendo, sea cual sea el resultado final -si se llega-, si no se consulta a los electores, tendrá toda la validez legal, pero no tendrá ni un ápice de legitimidad.
Hemos de volver a las urnas. Tenemos que pensar muy mucho qué es lo que nos jugamos. Ahora ya conocemos qué es lo que algunos quieren hacer con nuestras tradiciones, nuestras creencias, nuestros valores y hasta con nuestra identidad como nación. Hay una oportunidad de rectificar, no la desaprovechemos, pues de lo contrario no sólo estaremos padeciendo a los intolerantes y sectarios en ayuntamientos, en cabildos, en diputaciones o en instituciones autonómicas, nos estaremos cargando nuestra Historia con mayúsculas, nuestra cultura y nuestras tradiciones más arraigadas como nación.
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