"Borgen"
Nunca he sido aficionado a las series de televisión. La idea de sujetarme a un día concreto y a una hora señalada por una cadena de televisión para continuar con una trama determinada me resultaba poco atractiva, por ello me he perdido series que se me recomendaban y, que al parecer, son fantásticas ("Los Soprano", "The Wire"), pero desde hace algún tiempo me ha ocurrido como a Jorge M. Reverte que, de tanto oír hablar de ello, uno decide probar. Así he conseguido ver tres temporadas de la serie "Juego de tronos", serie de la que todo el mundo habla y que, intuyo, se ha popularizado más, desde que un político tan mediático como Pablo Iglesias no se cansa de repetir que es su serie favorita.
Recurro nuevamente a Jorge M. Reverte porque coincido con él en la valoración de la serie: la serie es pornografía pura, alimento del instinto sadomasoquista, placer para bebedores de sangre fresca y comedores de carne prohibida en realidad, es tan escatológica que llega a niveles desconocidos de moralina ("El País", 31/03/2016). En su favor creo necesario reconocer que cuenta con excelentes guionistas y una gran capacidad para mantener la intriga a la espera de un nuevo capítulo. Por mi parte no creo que continúe disfrutándola. He terminado agotado.
Por el contrario, gracias a la recomendación del incansable y cada vez más admirado Carlos Boyero me he enganchado a la serie "Borgen". Sencillamente impecable. Es una serie televisiva de ficción danesa, emitida por la cadena pública de este país nórdico. Narra las interioridades de la política danesa a través de Birgitte Nyborg, primera mujer que llega a primer ministro en este país. Borgen es como los ciudadanos daneses conocen al Palacio de Christiansborg, sede de los tres poderes del Estado y oficina del primer ministro.
Por supuesto no hay nada de sangre, de escenas escatológicas, de mitología barata, de mercadeo de castillos, ni asaltos a fortalezas inverosímiles, ni ejércitos de muertos resucitados; por el contrario, "Borgen" nos invita a adentrarnos en los mecanismos del poder tal como lo viven y lo ejercitan en la sociedad danesa.
Pero lo que hace que la serie sea atractiva es su credibilidad: el tratamiento del mundo del periodismo es creíble. La lucha por el poder es creíble. Los personajes son extraordinariamente creíbles, tan de carne y hueso que la actividad política termina haciendo mella en sus familias, en sus hijos, en sus parejas y viceversa como la vida misma en Dinamarca.
Si yo tuviese que hacer un regalo a nuestros políticos, no tendría ninguna duda de que sería la serie "Borgen", porque allí se visibiliza la metáfora de la representatividad ciudadana, como por cierto ha sido en los últimos 50 años la política en los países nórdicos. Nadie ha pretendido tomar el cielo por asalto, entre otras cosas, porque los políticos allí sí se creen el mensaje de los electores y la pluralidad de la sociedad. La política es un duro trabajo de tejer consensos, de muñir acuerdos, de conseguir pactos. Los gobiernos se construyen con tres, cuatro partidos, de acuerdo con lo deseado por la sociedad en las urnas.
En España, mientras tanto, después de anunciar el fin de una época, el fin del bipartidismo, de prometer escuchar y devolver la voz a los ciudadanos y conseguirlo a pesar de la pervivencia de una ley electoral injusta, los partidos políticos (los del bipartidismo y los nuevos) actúan como si hubiesen ganado, cada uno, las elecciones.
El bipartidismo se acabó, no es verosímil su vuelta, pero ha dejado una mala herencia, una mala pedagogía a los nuevos partidos que pretenden sustituir a sus mayores construyendo nuevas mayorías absolutas olvidando el mandato del electorado. Hace mucha falta en este país más "Borgen" y menos "Juego de tronos". Intuyo que Íñigo Errejón está más cerca de la primera que de la segunda, por ello, su jefe de filas ha decidido apartarlo al frente de las negociaciones con PSOE y Ciudadanos.
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