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¿Leyenda o realidad? ¡Ojito!, que no se repita

3 de Abril del 2016 - José Luis Álvarez Lauret (Gijón)

Nunca llegué a saber si se trataba de una de tantas leyendas que circulan en torno a la Alemania de la primera mitad del pasado siglo o si en realidad fue cierto, pero en mis tiempos de emigrante en aquel país, cuando con el tiempo me fui medio defendiendo en su enrevesado idioma, compartía ratos de ocio disfrutando de una rica cerveza hablando con el dueño de la casa en que vivía; era un señor mayor que había sido emigrante en EE UU y esa circunstancia, creo yo, le hacía ser más tolerante y sociable para con nosotros, trabajadores emigrantes (Gastarbeiter) como ellos nos llamaban, de lo que solían ser la mayoría de los alemanes. Una de las cosas que me contaba, en respuesta a mis muchas preguntas sobre el porqué de la llegada del nazismo al poder, era que la situación anterior al dritte Reich (tercer Reich) era tan catastrófica en lo económico, en desempleo, en inflación e inseguridad ciudadana que la gente acabó por creerse y aceptar como viables las promesas de los que venían prometiendo una Alemania mejor y libre de las ataduras que el armisticio de la I Guerra Mundial les había impuesto. Incluso decía que en el tema de inflación alguno llegó a empalar las paredes de su vivienda con billetes bancarios, porque le salía más económico que comprar el papel de empapelar.

Según aquel señor, el nuevo régimen en sus primeros años parecía cumplir con sus promesas; les había proporcionado trabajo, estabilidad y sobre todo les había librado de la humillación de sentirse europeos esclavizados. Luego acabó todo como acabó, pero esa es otra historia que más o menos todos conocemos.

Yo me he animado a redactar este escrito, que seguramente muy pocos leerán, porque viendo lo que ahora está pasando en nuestro país y en algunos otros, donde los políticos demuestran estar más a su bollo que al de velar por los intereses del pueblo, pienso que viendo cómo están surgiendo en distintos lugares de Europa e incluso en EE UU grupos o partidos ultrarradicales, predicadores especializados en vender a las masas el burro viejo y cojo, disfrazado de caballo de saltos o carreras, corremos el riesgo de dejarnos llevar de los cantos de sirena y repetir tragedias que ya deberían estar superadas y enterradas para siempre. Los seres humanos está demostrado que somos egoístas por naturaleza, pero deberíamos pensar que en este perro mundo sólo estamos un corto período de tiempo y que si desnudos venimos, desnudos hemos de marchar. Por tanto, todo lo que necesitamos no es más que un trabajo que nos proporcione un salario para hacer frente a nuestras necesidades básicas de subsistencia; todo lo demás es superfluo y pura ambición. Los políticos ya están muy vistos, y no inventan nada. Y lo más grave, cuantas guerras ha habido en este perro mundo, nunca han sido consecuencia del deseo o ambición de los pueblos, sino del mal hacer y egoísmo o ambición desmesurada de sus gobernantes. Así que cuidado, y no nos dejemos llevar al huerto del predicador de turno. Más reflexión, menos voto a la ligera y, sobre todo, seguir pensando que nada sale de la nada, sino del sacrificio del día a día. El mundo no empezó ayer, el ser humano lleva muchos años cayendo en el mismo error, y ya va siendo hora de aprender y corregir errores.

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