Gracias, Belén

6 de Abril del 2016 - José Luis Galán González (Oviedo)

Estos días deja su trabajo en el ambulatorio de la Seguridad Social de la calle de la Lila una profesional a la que por sus atenciones, que, desde luego, superan con mucho las que su cargo exigirían, no queremos dejar de agradecer públicamente de una forma muy especial.

Se trata de la doctora Belén Quesada, que tanto a mi esposa como a mí (y por lo que pude recoger de conversaciones en la sala de espera, al resto de pacientes) nos ha otorgado siempre un trato que supera con mucho lo que entiendo que sería su estricta obligación.

Aunque la visita al médico, por principio, no es nunca un viaje de placer, la verdad es que ha sido una suerte, cada vez que las circunstancias de la vida nos obligaron a visitarla, encontrarnos en la consulta con su menuda pero sonriente y amable persona recibiéndote con unas palabras cariñosas, de ánimo y tranquilidad.

No podré dejar de agradecer nunca a Belén que, en una consulta que se presentaba como rutinaria, su intuición ante un comentario que parecía intrascendente; su concepto de la medicina, que consistía en hacer de su consulta mucho más que la simple rutina de dispensar recetas, y de despachar en el menor tiempo posible el mayor número de "clientes", que parece que es, en muchos casos, en lo que se ha convertido la medicina de atención primaria; su interés y dedicación personal, la hiciesen descubrir una grave enfermedad que, sin apenas síntomas, seguramente hubiese resultado fatal en muy corto plazo.

Ella nunca dudó en prolongar la conversación tanto tiempo como fuese necesario, olvidándose de los escasos minutos que la burocracia administrativa, tan contraria a la recomendable relación médico-enfermo, asigna a cada consulta.

Y todo sin dejar nunca de introducir escrupulosamente en la base de datos de su ordenador cuantas anotaciones fuesen necesarias, pero dando siempre preferencia a la atenta escucha del paciente y a su comentario siempre atinado y prudente, práctica que tanto reconforta a quien acude con su problema y espera una respuesta personal y humana.

Según deduzco de mis, o de nuestras, conversaciones con Belén, cosa que confirmo por sus recientes declaraciones aparecidas en la prensa local, deja su trabajo forzada por razones administrativas, a pesar de su deseo y de su intacta capacidad para continuar ejerciendo su profesión.

Creo que es una verdadera pena desperdiciar el enorme capital que la profesionalidad y capacidad de trabajo de personas como ella pueden aportar al bienestar común y al buen funcionamiento de ese escalón de la medicina, como es la atención primaria, que a todos nos resulta tan necesaria y cercana.

En fin, querida Belén, que si no nos vemos en el ambulatorio, sí que esperamos cruzarnos de vez en cuando por la calle cuando paseas con tu anciana madre y cruzar unas palabras, o cuando acompañas a tu Cofradía de los Estudiantes, en las procesiones de la Semana Santa o incluso en los ensayos de los esforzados costaleros.

Seguramente que las convicciones que de estos actos se desprenden son el fundamento del trato que siempre dispensaste a tus pacientes, a pesar de que en ocasiones también ellos resultan impacientes y difíciles de soportar.

Muchas gracias, Belén, y a disfrutar de tu jubilación, porque la verdad es que, aunque a nosotros nos va a resultar difícil ir a la consulta y no encontrarte allí, bien merecida la tienes.

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