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De cabeza al abrazo con su Santidad

4 de Abril del 2016 - Rafael Gutiérrez Amaro (Granada)

La pequeña historia que voy a narrar es la de Jesús, un linarense con parálisis cerebral al que su fe firme y pétrea, robusta e inquebrantable le llevó a Roma.

Con impaciencia esperó el momento para poder realizar el viaje. Llevaba años queriendo realizar el sueño. Él, deseaba ante todo poder abrazar al Romano Pontífice: Francisco, y mostrar con ello su amor:

A la Iglesia, a la cristiandad, a Jesucristo y a la humanidad entera.

Con ilusión e inquietud, esperó el, para él, tan grato momento. Todo lo prepara cuidadosamente, con cariño y con esmero. Todo hasta los pequeños detalles los tiene en cuenta a sabiendas de la importancia de la visita a su Santidad:

El Papa es uno de los grandes amores que todos los cristianos tenemos en la tierra, y la mayoría somos conscientes de ello.

Otros por desgracia no entienden en toda su magnitud la importancia espiritual de este hecho y por lo tanto viven un cristianismo un tanto anodino e insustancial alejados de la autenticidad.

Jesucristo le dijo a Pedro, el primer Papa:

o Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi iglesia, y lo que atares en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desatares en la tierra quedará desatado en el cielo.

Nuestro protagonista, lleno de fe y conocedor de esta realidad realiza esta peregrinación a la sede del Príncipe de los Apóstoles y llegado el momento acude en la plaza del Vaticano al encuentro del miércoles, dieciséis de marzo:

Allí está Jesús, nuestro paisano, rebosante de felicidad, sabiendo de la dicha que participa.

Con intensa vibración vive la Santa Misa con el Papa. En aquellos momentos intensifica la oración para no olvidarse de nadie, ni de nada:

o El paro en España, la paz, la situación inquietante en que vivimos, su familia y todas las familias españolas, la salud, la aceptación de la enfermedad, los jóvenes, los sacerdotes, la iglesia, su vocación y un sinfín de cuestiones importantes que acuden a su mente, y él los coloca en la patena, en el altar, junto al Papa a sabiendas de la trascendencia del momento.

Terminada la Misa el Santo Padre saluda a los asistentes, y en lo posible, dada la gran multitud, se acerca a ellos:

En un momento Jesús ve como el papa Francisco se acerca, pero él no puede acceder pues una valla se lo impide, e instintivamente se tira de cabeza, Jesús es consciente de que para el amor no hay nada imposible.

El Papa se da cuenta y se acerca, la intensidad del cariño se palpa y Jesús y Francisco se encuentran uno frente al otro, y en un tierno y efusivo abrazo se funden ante la mirada de miles de personas que descubren una vez más, en aquella inmensa plaza, la fuerza del amor.

El Papa, una vez más: con el enfermo, con el ser humano, con la persona.

El Papa, hoy muy especialmente, con este linarense y español tan querido llamado:

Francisco Jesús Ballesteros Prieto.

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