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ERA, familias y demás

16 de Abril del 2016 - Manuel Blanco Rodríguez (Pravia)

Me gustaría que la plataforma, como otras asociaciones que se crean en torno al ERA, se acordaran de las personas que cuidan de sus familiares o, en otras palabras, de las personas que pasan a ser ahora su familia. El motivo que generalmente esgrimen para internar a sus familiares es la imposibilidad de cuidarlos, bien sea por falta de tiempo, medios, apoyo de la familia, etcétera. Pero ese supuesto interés de procurar lo mejor a su familiar se desvanece cuando entran en la residencia y no se muestran vigilantes para ver si cuenta con lo necesario para poder asegurar su estancia. Llama la atención, por ejemplo, el despliegue utilizado por la plataforma de afectados para denunciar y hacer públicas sus desavenencias con la Administración por las deudas contraídas con ella y después esté desaparecida en denunciar la falta de personal que hay en las residencias para poder atender a los residentes, ya que supuestamente muchos de los internos son llevados a las residencias por imposibilidad de poder atenderlos en casa, pero permiten situaciones como que dos trabajadoras atiendan a cuarenta, y teniendo en cuenta que un noventa por ciento de los mismos es dependiente, como mínimo, para alguna actividad de la vida diaria. Me pregunto cómo pueden tener la vara de medir tan dispar cuando se trata de cuidar ellos a un familiar, que les es imposible y, después, están impasibles viendo cómo dos personas o tres en el mejor de los casos cuidan de cuarenta (estoy hablando del turno de tarde, aunque se puede extrapolar al de mañana, que es una persona más o dos), y todo esto en una de las residencias de la comarca, aunque pienso que se puede extrapolar a más de una. Me gustaría que cuando pasen por la residencia se interesen por la actividad que se realiza en ellas y la ratio de personal que tienen, seguro que se van a sorprender e incluso se preguntarán cómo pueden estar atendidos sus familiares de una manera tan óptima con tan poco personal.

De la Administración y, por ende, del Gobierno del Principado, qué decir, por una parte se les hinchan los carrillos de pregonar la calidad y cantidad de su política social, así como las condiciones de trabajo con las que corresponden a su personal, y después no hacen nada por cumplir realmente lo que ofrecen. Cara al exterior, los días con que cuentan estos trabajadores de descanso para diversos temas son la envidia de muchos, pero esos días bien los pagan, ya que no son suplidos, en su mayoría, por otras personas cuando se les conceden y ellos tienen que asumir el trabajo de la persona que no acude, en vez de contratar a alguien. Y en qué se excusa la Administración, pues en decir que no hay presupuesto, que la ley no les permite contratar o ampliar plantillas. Supongo que todo el mundo estará conmigo en que cuando les interesa, bien legislan de urgencia. Sin embargo, para los temas que son de interés social y que afectan a la ciudadanía, que, por otra parte, son los que van a pagar la deuda, todo son trabas e impedimentos. Poco importa la necesidad de atención y cariño que necesitan los residentes cuando de dinero se trata. Ya no aportan nada, para qué molestarse por ellos.

Qué decir de los sindicatos, presuntamente defensores de los derechos de los trabajadores y a los cuales tienen tan abandonados. No debe de ir con ellos la prevención de riesgos laborales, aunque los veamos alguna vez detrás de una pancarta recordándonos que existe una ley que la regula o para dar cursos y sacarse unos euros. Las cargas de trabajo que soportan estas trabajadoras son de escándalo, y si se hiciera una evaluación de riesgos y la Inspección de Trabajo viera los resultados, el dictamen de este organismo ruborizaría a más de uno.

Les vemos últimamente preocupados por las diferencias salariales que sufren las mujeres respecto a los hombres, y después pasan de ver a esas mismas mujeres deslomarse en el trabajo. Qué sucede, que el dinero tapa y lo justifica todo.

Para acabar, decir a las trabajadoras que el hecho de ser mujeres no les confiere unos derechos inferiores a los de los hombres y que luchen por tener una dignidad en el trabajo, aunque se vean solas, para su bien y la de sus queridos residentes, ya que, al final, son la familia que tienen ahora.

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