En Tapia de Casariego
Nos dejó Luis un buen hombre y gran amigo.
Con gran dolor recibí la triste noticia de tu muerte.
Hoy te correspondió a ti cumplir con esa enfermedad incurable, con la que todos
nacemos, y, que poco a poco nos va uniendo en una Eternidad sin fin. Allí, nos
volveremos a encontrar con una paz interminable para nunca más separarnos.
Marchaste dejándome hacia ti con los mejores agradecimientos que jamás olvidaré
pues cuando en la vida me correspondieron tiempos muy duros, en algunos
momentos difíciles de soportar, tu estuviste a mi lado, no solo como un gran
amigo, sino como lo haría un buen hermano, ayudándome en esos instantes que
la vida más tarde o más temprano nos tiene a todos reservados.
Por tus buenas obras, hacia el prójimo solitario y desvalido, al abrir tus manos
para mostrarle a Dios tus pasos por esta tierra, el Altísimo no dudo en situarte en
el lugar de los elegidos.
Te suplico Luis que desde ese lugar no dejes de ayudarnos, como hasta ahora lo
hiciste pues, esos hechos desafortunados solamente con la ayuda del buen Dios y
personas como tú son fáciles de llevar
Vuelvo a repetir jamás olvidaré tus buenos sentimientos hacia mi, de buen amigo y
gran hermano.
Desde aquí, te dedicare no sólo mis oraciones sino también mis alabanzas.
Gracias Luis, gracias, mis recuerdos irán hacia ti, hoy y siempre.
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