Con Vicente Pañeda hemos topao
Nuestra madre/abuela se llamaba Argentina Busto Fernández. Nos dejó el pasado miércoles 6 de abril después de 15 días de dura agonía, rodeada de TODA su familia directa y política. Con una pena infinita la acompañamos en sus últimos días y con una pena infinita afrontamos estos primeros momentos sin ella. Era una persona BUENA, la madre/güelita que nunca quieres perder, que quieres que siempre esté contigo. Disfrutamos de ella hasta sus 96 años y entendemos que no le podíamos ya pedir más, privilegiados como somos de haberla tenido como madre, abuela, suegra durante tanto tiempo. Te queremos muchísimo.
Palabras de este tipo eran las que la familia, especialmente sensible en estos duros momentos, hubiéramos querido oír en su funeral. Pero lo que empezó mal, mal acabó. Y lo que debería haber sido un momento de recuerdo y emotivo duelo, se transformó en ofensa e ira.
Empezamos mal porque el señor cura de la Iglesia San Pablo de La Luz (Avilés) tiene por lo visto una agenda ocupadísima que gestiona como cualquier ejecutivo, pero lamentablemente sin eficacia ni puntualidad. Estuvo ilocalizable durante horas y no pudimos completar la esquela hasta avanzada la mañana del día siguiente al fallecimiento, con la consiguiente imposibilidad de su publicación en la prensa y la incertidumbre sobre la hora del funeral. Al final, su agenda le permitía hacer un hueco a las 15:30, y con resignación aceptamos semejante horario.
Y acabó mal porque el señor cura no sólo no estaba a la hora impuesta (que la familia y el féretro tengan que esperar por él antes de entrar a la Iglesia es desagradable y penoso) sino que además, en vez de un funeral ofició una micro-misa, suponemos que apurado por la siguiente anotación de su agenda.
En el transcurso de la micro-misa apenas mencionó a nuestra madre/abuela, y comenzó refiriéndose a ella como una sexagenaria avanzada (quizás en el diccionario eclesiástico sexagenario sea sinónimo de nonagenario), pero pensamos que un error lo tiene cualquiera Lamentablemente no fue sólo un error sino el inicio de un cúmulo de despropósitos; - no hizo homilía, saltándose ese emotivo momento en el que esperas un cariñoso recuerdo a tu ser querido y unas palabras de consuelo para sus familiares y amigos, - también prescindió del cálido momento del rito de la paz, - no dio la comunión personalmente, - no se acercó en ningún momento a la familia a darle el pésame, - no hizo la bendición con el incienso y - acabó despidiéndose de nosotros deseándonos que pasáramos una feliz tarde. ¡Feliz tarde! ¿Cómo puede decirse semejante barbaridad?
La sensación fue la de presenciar un arcaico y frío ritual, caduco, cansino y vacío de empatía y caridad humana, muy lejos de lo que debe de ser un funeral católico. Es cierto que la familia no puede ser muy objetiva en estos momentos tan dolorosos, pero lamentablemente nuestra impresión coincidió con la de todos los asistentes al penoso funeral. A su artífice, el señor cura de La Luz, que se toma todo esto como un trabajo, queremos decirle alto y claro: - Ud. hace su trabajo de pena.
Nuestra madre/abuela era creyente y tras varios años de postración podía regresar a su Iglesia, con la que colaboraba económicamente de forma puntual y en la que la recibieron con una total indiferencia. Cada domingo ella oía la misa desde su sillón no perdiendo detalle y sintiéndose reconfortada. Estamos dolidos porque nos hubiera gustado una despedida cristiana digna y acorde con su calidad humana. Sentimos tanto por ella que haya tenido tan mísero funeral Sentimos tener que quedarnos con este mal recuerdo y no poder mostrar indiferencia ante este desafortunado episodio. ¡Quién pudiera poner en práctica aquel chascarrillo pixueto que ella nos recitaba con picardía!:
Pedrícame cura,
Pedrícame flaire,
Pur un uyíu mentra
Pul outru me sale
Familia de Argentina Busto
In memoriam
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