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La historia de siempre

11 de Abril del 2016 - Luis Antonio Campos Garmilla (León)

Durante cuarenta años los dos partidos mayoritarios de este país se han repartido el poder como buenos amigos, haciendo ver a la ciudadanía que eran de ideologías muy diferentes para poder mantener así la ilusión de que vivíamos en una democracia. Cuando uno de ellos llevaba un tiempo gobernando y la gente empezaba a estar harta y desilusionada por el incumplimiento reiterado de las promesas electorales, entonces aparecía el otro prometiendo un cambio radical y la solución a todos los problemas, volviendo a ilusionar al pobre ciudadano de a pie, cuyo único papel en esta farsa era depositar el voto cada cuatro años y seguir de esta forma con la representación. Para asegurarse de tener sujeto al pueblo y que no se descarriase y en el peor de los casos le diera por pensar por su cuenta, se encargaron de convertir a la mayoría de los medios de comunicación en medios de propaganda que se afanaban en tergiversar la realidad política y en crear la opinión que les interesaba a sus amos.

La entrada en escena de un partido emergente, cuyo programa y propuestas son claramente de izquierdas, que no pertenece a la llamada casta y lo que es peor, que ha obtenido un amplio respaldo de la ciudadanía en las elecciones, ha puesto muy nerviosos al resto de partidos políticos. Se ha convertido en el enemigo a batir, o más bien, a destruir. Desde los inicios de la reciente democracia ha habido y sigue habiendo otros partidos, más o menos radicales ya sea en un sentido o en otro, que nunca han supuesto un peligro real para el establishment, puesto que apenas obtenían una mínima representación y que incluso venían bien pues daban una pátina de pluralidad que ayudaba a mantener el engaño. Sin embargo ahora la situación es distinta. Hay un partido, surgido de movimientos ciudadanos, que no respeta las reglas del juego y que quiere romper con el orden establecido. Y eso es muy peligroso. No se trata sólo de cambiar el gobierno; se trata de cambiar el sistema, de darle la vuelta como un calcetín, de acabar con los privilegios de los poderosos, de hacer una política realmente de izquierdas y conseguir una mayor justicia social y un mejor reparto de la riqueza. O al menos eso es lo que se desprende de sus palabras. Otra cosa es lo que realmente pudieran hacer, teniendo en cuenta que estamos inmersos en una Unión Europea que marca las directrices económicas a seguir y que no tolera experimentos, mucho menos de corte progresista como ya hemos podido apreciar. Pero en cualquier caso, las intenciones son suficientes y la amenaza basta para poner en guardia a los poderes fácticos de este país, acostumbrados a gobernar en la sombra y que no están dispuestos a ceder un ápice de su poder y de sus beneficios.

Por eso desde hace tiempo iniciaron una campaña cada vez más virulenta contra este partido político con el único objetivo de destruirle, utilizando todos los recursos de que disponen, que son muchos, desde la información sesgada y malintencionada que cada día publican en sus medios de propaganda hasta las descalificaciones que continuamente les dedican sus colegas de los demás partidos, pasando por acusaciones falsas, insultos, etc. Ahora parece ser que la estrategia del partido rival (respeco al espacio electoral no en cuanto a la ideología) es acusarle de no querer firmar un acuerdo de derechas, que no cambia nada con respecto a lo anterior, repitiendo machaconamente las mismas consignas y culpabilizándole de no querer negociar y de ser el responsable en el caso de tener que repetirse las elecciones. Lo triste es que al final esta estrategia seguramente dará resultado y el pueblo volverá a dejarse manipular una vez más, votando en contra de sus propios intereses y a favor de los de siempre. Que pena.

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