Contraste en la Hueria San Juan
Hoy me he asomado a los pueblos más o menos solos y abandonados de la Hueria San Juan. Puestos a soñar, podría haber sido una excursión planificada en un ferrocarril de vapor desde el campus de Barredo, en el cual se había instalado el Museo de la Minería y que, aprovechando el trazado ferroviario, subía turistas al pozo de Polio en la denominada "ruta del carbón de piedra".
Pero después de unos pocos kilómetros, el Sanatorio de Murias me da un baño de realismo y me doy cuenta de que aquel mundo del carbón ha desaparecido, la impresión al pasar por Murias, Los Pontones, Rioturbio, Vegadotos, Santa Rosa, El Sordán, Los Quintanales, etcétera, de cualquier persona que no haya nacido aquí, puede pensar que por aquí no ha pasado el tiempo. Pero por esta tierra han pasado todos los tiempos y de todos han quedado huellas.
Huellas de turullos en el Pozu de Sela, hoy llamado Tres Amigos, avisando a los guerrilleros antifranquistas para partir a embarcar en Tazones, topetazos de trenes en la plazuela de Baltasara, Pozu Polio todavía con vestigios reinvindicativos en los muros del castillete, catástrofes mineras, placa conmemorativa en la tapia del cementerio de Vegadotos recordando a los guerrilleros muertos por el dictador en el monte Polio, placa recordando a los muertos de la caravana de la muerte en Santo Emiliano bajando hacia Sama, moros traídos por el dictador ocupando las viviendas de los pueblos, violando y matando a nuestros antepasados, etcétera.
Tiempos recientes en que corría el vino, que ayudaba a hacer unión y superar duras realidades, en los bares desparramados en toda la Hueria y, sobre todo, en Rioturbio, poblado gestado por la ideología franco-católica del dictador, de arquitectura cuartelaria, con iglesia, economato y escuela.
De vuelta a Mieres, al lado de la chimenea del Pozu Barreo, la Escuela Politécnica se erige como mausoleo más que como esperanza, en la frontera de lo que fuimos y lo que queremos ser. Como un palomar sin palomas.
Pero como se dice ahora, esto es lo que hay, una deuda municipal desorbitada que nadie quiere aclarar. ¿Quién, cómo, por qué y para qué se compraron esos terrenos que no tienen ninguna utilidad publica? Si ya se sacó a trancas y barrancas la gestión de La Mayacina, quiénes han sido los responsables de la gestión de estos solares que van a hacer multimillonario a un señor que como muchos otros, cuando se acabó el carbón, se fueron de Mieres y se va enriquecer a costa de los mierenses.
Y lo que hay, una población de viejos que apenas tienen algo que decir a los pocos jóvenes que todavía quedan, aunque el futuro sea incierto.
Y unos paisajes impresionantes con las últimas nieves agarradas a media ladera sobre el Aramo, que se resisten a irse, como las últimas chimeneas humeantes en los pueblos, que no quieren dejar de calentar a sus moradores con el carbón de piedra.
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