Duele ser un apestado
Sí, señor don Pedro Sánchez, duele y mucho que usted señale con su dedo inquisidor a siete millones y medio de españoles y se niegue a tener cualquier tipo de contacto con ellos, con su partido o con su gobierno.
Duele porque es incomprensible que quiera usted ser presidente del Gobierno, ignorando a una gran masa social de centro derecha, ofendiéndola de forma reiterada con exabruptos de baja política, de baja moral y de baja democracia.
Duele, que no ofende, porque ofender ofende el que puede no el que quiere.
El postureo político, demagógico, mitinero y soberbio le retrata a usted y a sus adláteres como la contraposición a una España dialogante, la del 78, la de la transición.
Derogar es la operación simplista de un obseso por el pode. Jamás en la España de la transición los gobernantes, políticos de altura, se dedicaron a borrar lo que los demás habían aprobado con sentido de Estado.
Un político de altura, un hombre de Estado, mejora y corrige, deroga por venganza.
Señor don Pedro Sánchez, si su única meta es ver destrozado al Partido Popular, poco ha aprendido de la historia. El odio siembra odio, la ruindad siembra ruindad.
España, señor don Pedro Sánchez, debe mejorar mucho pero sobre todo deben mejorar aquellos que utilizan la política para denostar al contrario y condenarle fanáticamente.
Si el Partido Popular fuera la peste mala usted ya estaría en los tribunales denunciado por mentiroso, por hipócrita y por despreciar a millones de españoles.
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