Los excedentes en Siero
Debería quedarme perplejo, cuando hace unos días he leído que se quiere prohibir la venta de excedentes en el mercado semanal del recinto al aire libre de la plaza cubierta de Pola de Siero, y no lo hago porque hace tiempo, demasiado tiempo, que nada ya me sorprende ante la posibilidad casi realidad de acabar con la tradicional cita comercial polesa de los martes, que viene ofreciendo los mejores manjares con los que deleitarnos. La historia está llena de personajes que en algún momento de su vida han hecho el ridículo y de tipos que no dan una a derechas, como el concejal de Mercados en Siero, César Díaz, el sujeto más elemental que debería estar obligado a no abrir la boca, porque de hacerlo las posibilidades de que suelte una majadería son altísimas. Y precisamente con estos precedentes no es extraño leer la inquietante noticia, lo último que nos ha dejado con la boca abierta y el desconcierto sembrado. Este paleto, escrito sea con el respeto que me merecen los individuos adheridos al encanto de su aldea, me avergüenza, no sólo me avergüenza, me dan asco estas cosas que se hacen, que sólo sirven para desplazar el interés que tienen otros asuntos más importantes y alcanzar ese momento de gloria para "estar en el candelabro", como diría la Sofía Mazagatos. Los sierenses venimos asistiendo con estupor a este tipo de comportamientos que da la sensación de que hay una insensibilidad clara por parte del Ayuntamiento en estas ocurrencias y controversias, que no son tomadas con la seriedad y consideración que se merecen. Y no digo que lo de los comerciantes del mercado de excedentes de la Pola no tenga interés, sino que es ya rizar el rizo de lo que nos tienen acostumbrados. Y lo que te rondaré.
Excedentes, se dice de lo que excede, sobra o sobrepasa; en Siero somos excedentes en tontos contemporáneos en el Ayuntamiento, dispuestos a refundar el mundo, sin haberse dado cuenta del mundo en el que viven, como el señor Díaz, queriendo terminar con la larga agonía del mercado semanal de mayor tirón y tradición de Asturias. Iba a pedir perdón a los lectores, porque jamás habrán leído desatino mayor, pero al llegar a este punto ya me disculpo ante los lectores, lo de la plaza de abastos es muy superior, no tiene parangón alguno. Me inquieta, incluso me alarma esta situación, un político no puede perder el sentido de la realidad ni el pulso de la calle. No es cierto, señor Díaz, que la venta de huevos esté prohibida, el reglamento 1300/2013 del Parlamento y del Consejo Europeo del 17 de diciembre permite la venta de huevos directamente al consumidor final en mercados públicos locales. Debe el edil de Mercados dar otra interpretación al reglamento, y si como dice quiere defender el interés general de los comerciantes, mejor la Policía Local realizará inspecciones en las zonas del campo que son visitadas por el jabalí, que no tardando mucho tiempo los comerciantes estarán obligados a compartir desayuno, comida, merienda y cena con él. La Policía Local ya ha realizado varias inspecciones sobre la comercialización de los productos de casa; los comerciantes, controles como el de los aeropuertos, pero no por apartar la vista más lejos nos libramos de esa parte que no se quiere ver y de la que nada se dice, de la suciedad del exterior de la plaza donde se colocan los alimentos; que al lado de estos esté lo que dejó allí un perro, según los códigos modernos, es denominado "deconstrucción vental".
Debe dimitir y pedir disculpas el concejal de Mercados, César Díaz, dice tener constancia del reglamento y, como saben, cualquier persona medianamente versada en derecho, los poderes públicos, en contraste con los ciudadanos, sólo pueden actuar si una ley se lo permite. Estamos en un Estado de derecho y los ciudadanos son libres y pueden hacer a su antojo lo que deseen, mientras no se lo impida una ley. Por el contrario, señor Díaz, los poderes públicos no son libres y sólo pueden actuar con el respaldo de una ley.
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