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No, Mario ya no se esconde

14 de Abril del 2016 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas)

La detención de Mario Conde da para mucho juego. Desde el sencillo de palabras con el verbo "esconder", tan clásico como descriptivo, hasta reflexiones de mayor calado. La recaída del ídolo caído y la paradoja de las grandes lecciones de ética que nos propinaba o sus propuestas de regeneración política darán mucho pie, como es lógico, a todo tipo de comentarios.

Mario Conde ha vuelto a las andadas. Está detenido y la policía registra sus propiedades. La Fiscalía llevaba meses investigando supuestas operaciones de repatriación de fondos procedentes de Suiza. Las autoridades sospechan que serían dineros de los que se apropió ilícitamente a final de los años ochenta cuando era presidente del Banco Español de Crédito.

Tras cumplir condena por el caso Banesto parecía que Mario Conde había rehecho su vida, incluso había intentado un salto a la actividad política --su otra gran ambición de siempre-- para denunciar, precisamente, la corrupción que se había instalado en las instituciones públicas.

Fue en las últimas elecciones autonómicas celebradas en su tierra, en octubre de 2012, cuando los gallegos lo retornaron a la realidad, haciéndole pasar por la afrenta de no obtener representación parlamentaria. Su oscuro pasado en una de las entidades bancarias más importantes del país no era tan fácil de digerir y sobrecargaba la que él pretendía que fuese su segunda vida ejemplar. Todavía le restaba una tercera parte que asumir.

Hoy, veintidós años más tarde de su primera detención y ocho después de su último periodo en la cárcel, Mario Conde vuelve a ser arrestado. Se le imputan, junto a sus hijos Mario y Alejandra, también detenidos, los delitos de blanqueo, organización criminal, frustración de la ejecución y ocho delitos fiscales. El caso Banesto se había cerrado en falso y ya es hora de ajustar cuentas con el pasado.

Carismático, brillante y seductor. Así definen a Mario Conde muchas de las personas que lo conocen, y lo cierto es que esas cualidades coinciden bastante con la imagen que él siempre deseó traspasarnos. Mas, ¿lo ha conseguido? Personalmente tengo muchas dudas, porque, ¿qué carisma puede tener quien no ha obtenido ni 16.000 votos en unas elecciones autonómicas?, ¿dónde está la brillantez de tener que vivir continuamente pegado a los tribunales? o ¿cómo puede seducir un moroso que debe a la Agencia Tributaria más de nueve millones de euros?.

Sin duda, muchos dirán: "todavía se ha de demostrar que Mario Conde ha blanqueado capitales y/o repatriado parte del dinero desaparecido de Banesto". Cierto, y aun en el caso de que las sospechas del fiscal tengan fundamento, tampoco está muy claro que un juzgado llegue a condenarlo.

Lo que sí resulta evidente es que Mario Conde representa el fracaso de quien aún siendo inteligente, se ha hundido por un exceso de ambición. Esta clase de "álter ego" suelen ser rehenes del cortoplacismo, incapaces de esperar un tiempo, hambrientos del reconocimiento social.

¡Pobre hombre rico! ¡Pobre hombre confiado! No recapacitó que estos no son los tiempos de Banesto; que la Agencia Tributaria y las policías, especialmente la Guardia Civil, han perfeccionado sus técnicas para olfatear el dinero que procede del delito y que los profesionales que persiguen esos capitales, con capaces de continuar una pista durante años, hasta que los conducen al delincuente.

Y eso puede que le haya ocurrido a Mario Conde porque, a juzgar por las muchísimas entradas y salidas camufladas del dinero, de ello tiene que saber un huevo. No se explica.

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